Hace unos meses su vida era tan brillante como el sol en verano, y ahora era tan opaca como el cielo en invierno.
Era otoño, las hojas caían, viejas, secas y Anna quería caerse con ellas.
Las calles de Londres eran solitarias, frías y peligrosas a esa hora, pero a ella no le importaba.
El viento recorría las calles llevando hojas, basura y demás cosas tiradas...
Anna iba contra el aire, su pelo despeinado, no le importaba, y caminaba con firmeza porque el viento era fuerte.
En ese momento pensó en que, si un auto pasara no le importaría que este la atropellara. Quería morir, no sentía la necesidad de seguir respirando.
Levanto una de sus mangas, y observo sus cicatrices, sus marcas, la única forma de sentirse satisfecha, conforme su cuerpo, y con ella misma. Las acaricio como si fueran terciopelo, no era suave, las toco como si fueran importantes...