Las historietas mágicas resultaron ser muy buenas después de todo. El hijo de Esther, Philip, había enviado con su lechuza Azura, una enorme cantidad de tomos como regalo sobre distintas historietas.
Nunca había invertido tanto tiempo en leer libros como en leer historietas. "Hechiceras de la igualdad" o "Escobas y corsés" eran lo primero que leía al despertar. Después de todo, iba a ser imposible acabarla ya que, tenía cuarenta y seis tomos por leer.
En el caso de Esther, ella pasaba cada tarde durante al menos dos horas, tejiendo bufandas y jerseys a mi medida. Algunos días, al observar que parecía estar creciendo, ajustaba y alargaba las prendas para adaptarlas a mi nueva estatura.
Por otra parte, Ottery St Catchpole era un pueblo de una tranquilidad excesiva, con calles despejadas y casas que se encontraban muy distantes, salvo la de los Rivers, que estaba un poco más cerca de la casa de Esther por unos quince metros. Y eso era lo único malo.
Los Rivers eran unos magos y vecinos terribles. Por lo general, siempre que podían hacían que el patio de Esther se llenara de gnomos, que eran unos pequeños hombrecitos de veinte centímetros de altura. Era tanta la cantidad de hombrecitos que incluso Esther pensó en contratar a un experto en gnomos.
Trató de hablar con los Rivers una o dos veces la semana anterior, y también la anterior a esa, pero sólo recibió portazos en la cara como respuesta, seguida de explosivos con olor a heces.
—¡INSECTOS MUGGLES! —gritó la señora Rivers ese martes por la mañana, sacudiendo su cabellera para que cayeran los insectos.
—Solo son quinientas cucarachas, ni siquiera...
La mujer, de cabellos castaños cayendo por los hombros y estatura media, entró por la puerta trasera con diez insectos siguiéndola por detrás en fila. En seguida, por la puerta principal salió su hijo de siete años sin zapatos dando brincos por el cesped con su madre a un lado, sacudiendóse aún.
—¡Esto es peor que tener gnomos! —gritó el señor Rivers, saliendo de la casa con su escoba en manos y tratando de caminar más rápido trás ponerse los zapatos al revés— ¡Mujer, ya fue suficiente! ¡No vamos a estar soportando que nos piquen el rabo!
— ¡A mí creo que ya me picaron! —se quejó su hijo, lloriqueando y encaramándose a un árbol.
Me dolían las piernas. Habia estado en cuclillas por al menos diez minutos esperando a que los insectos hicieran su trabajo.
—¡Fue suficiente! ¡No soportaremos esto! Vamos a desaparecer y quizás a demoler la casa en cuanto nos instalemos cerca de Birmingham, lejos de estos... —dio un salto cuando pasó una cucaracha cerca de él y a pesar de la distancia, vi como sus pelos se pusieron de punta del asco— ¡insectos!
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—¿Esther, tu hijo es dragonologista? —pregunté mientras me comia un pedazo de torta de melaza.
—Sí, desde muy joven se interesó en los dragones. ¿Sabes? no me sorprende, yo cuando tenia tu edad tenia mucho interés sobre las criaturas mágicas, además su padre y yo nos conocimos siendo magizoologistas —añadió batiendo la harina en una cazuela para preparar mas tarta de melaza— Heredó el interés de trabajar con criaturas mágicas pero en su caso fueron los dragones.
—Eso tiene mucho sentido.
—Exactamente, Claire... Algunos hijos heredan (aparte del físico) una habilidad, interés, mentalidad, gustos u otra cosa que tenían de jovenes sus padres, algunos hasta heredan todo —dejó de batir y me miró— Quizás no lo sepas pero puede que el interés que tienes ahora lo hayan tenido tus padres.
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Enamorada de Potter (Harry Potter y tu)
RomansaTrás la llegada de un hombre a un Orfanato en donde Claire, la hija de Bellatrix Black, descubrió que era una bruja y extrañamente conoce a un chico... todo cambia. Por casi seis años estará ocultando un secreto y sus sentimientos hacía Harry Potter...