Lo siento.

73 10 1
                                    

No es la gran cosa.


Fingir ser amable con su gente y señoritas. Fingir ser alguien bastante grosero con algunos países... Estaba acostumbrado desde pequeño. Siempre tuvo que ponerse una máscara para que nadie se diera cuenta de su verdadero "yo". De vez en cuando se rompía. De vez en cuando se arreglaba.

Nadie se daba cuenta.


Actualmente, había comenzado a llorar más por las noches. Las pesadillas lo atacaban, lo mataban en sueños. Sus amigos, su familia... Todos estaban en contra de él. No quería ver de nuevo esa realidad. No sabía si era la verdad o mentira. No sabía si todo eso era obra de su subconsciente. Pero ya se estaba asustando. Otra noche sin dormir. Otro día con ojeras y sueño todo el día.

Su hermano no se daba cuenta, pues estaba ocupado con Japón y Alemania hablando de un tema trivial. España no se dio cuenta, estaba hablando con Francia y Prusia de algún tema bastante asqueroso. Bélgica, Portugal, Países Bajos, Luxemburgo...


Nadie se daba cuenta de que se estaba muriendo. Nadie se dio cuenta cuando se desmayó. Tal vez sólo se dio cuenta aquel chico que le recordaba un poco a Estados Unidos... Su gemelo. Pero, de ahí, de la sala de reuniones, nadie se dio cuenta.


Se había despertado en su habitación, con su hermano. Veneciano estaba durmiendo en su cama, estaba durmiendo con el después de tanto tiempo... Suspiró al notar el rastro de lágrimas secas en las mejillas de este. No quería ver eso...


Salió de la cama con cuidado, sólo para no despertar a su hermanito. Tomó sus zapatos y se fue del cuarto. Apenas bajar las escaleras, se encontró con España durmiendo en el sofá.


"Idiota", susurró acercandose para taparlo bien con la manta que yacía en el suelo.


Notó el ceño levemente fruncido del mayor, se le hacía raro verle así... Se acercó sólo para darle un pequeño beso en la frente. Al parecer cambiaron ligeramente de roles. En cuanto vio que ya estaba más tranquilo, salió de casa, no sin antes dejar un post-it en la mesita del living.


Apenas pasando la primera calle, se puso los zapatos... Y comenzó a correr a ningún lugar y a todos lados. Huía de la oscuridad, donde cada  seis faros o tienda 24/7 era un pequeño descanso.


Eran al menos las tantas de la mañana, y se encontró con Luxemburgo saliendo de su auto...


Aun se preguntaba porque rayos no podía aparentar ser alguien con menos dinero. Se preocupaba por si su gente le robaba lo que tenía o le hacía cosas peores... Sacudió su cabeza, no era bueno pensar eso, a veces podría hacerse realidad todo eso.


Intentó pasar sin ser visto por el cenizo, pero incluso así le fue imposible. Éste se le acercó con una sonrisa un tanto cansada... De seguro de nuevo no había dormido bien, pensó el italiano. O  quizá estaba cansado de ver al moreno así.  Siempre tan débil. De  seguro ya le aburría.


Romano le sonrió con un poco más de energía. Le sonrió con falsedad. Y  se notaba.


Porque lloró.


Le dolía demasiado fingir de esa forma. Fingir una sonrisa, fingir estar enojado... Le lástimaba, cómo si de mil y una navajas se tratara.


Esto alerto demasiado al  mayor, se acercó al castaño, con cuidado y a pasos lentos para que no se alejara más. Luxemburgo notó como Romano se encogía en su lugar y bajaba su mirada. Lo han descubierto.


"Italie, ¿estás...?" Empezó a decir Luxemburgo.


"No, no estoy bien."


Se apresuró a interrumpir la representación sureña de Italia, con un escaso murmuro. Levantó su mirada avellana y la clavó en los ojos verdes del más alto, por primera vez en su larga vida, Lux... Estaba viendo los ojos llorosos de Romano. Unos ojos llenos de miedo y nervios. Llenos de recuerdos y falsos sentimientos. Y llenos de furia e impotencia mientras que de estos salían gotas a borbones.


"¡¡Estoy cansado de esta puta mierda!! ¡Ya no puedo con esto! Ya no puedo soportar... más..."


"Romano..."


El luxemburgués se acercó un poco más a él, rodeandolo en un abrazo un tanto apretado. No mentiré, Romano lloró más de esa forma, pero no gritaba, sólo daba pequeños gemidos de dolor. Pasó sus frías manos por la cintura del cenizo, subiendo estas hasta la altura de las "alas", encajando un poco sus uñas en su ropa.


Sabía que después, quizá, Luxemburgo le diría algo o le cobraría por dañar su ropa cara, pero eso ahora poco le importaba.


El cenizo no hacía más que darle pequeñas palmadas en su espalda, mirando a todos lados por si alguien conocido los veía así. No porque tuviera pena ni nada, de hecho, le estaba gustando y entristeciendo que el italiano se hubiera revelado de esa forma, pero conociendo que luego Romano es de momentos muy orgulloso... Prefería no pasar por un golpe.


Estaban ambos sólos. Abrazados. Uno gimoteando y otro dando besos en su cabello, cómo solía hacer Bélgica cuando ambos eran unos niños. Sí, esta acción incomodó al sureño, pero le agradaba, y más en esos momentos en los que enserio los necesitaba.


"Hey, Lux..."


"¿Mande?"


"...Muchas gracias por todo esto, te extrañaré."


"¿Eh? ¿Ya te vas, Romano?"


"Sí, me voy..."


Su cuerpo poco a poco comenzó a brillar y se fue separando varias partes de él como si polvo se tratara. Sus ojos todavía reflejaban tristeza, mas su sonrisa intentaba hacer el ambiente menos serio. Sus piernas estaban desapareciendo, pero no dolía.


Luxemburgo para esos instantes no sabía exactamente que hacer. Estaba viendo a lo que fue su amigo de la infancia irse ante sus ojos, desapareciendo cuando ya una representación no es totalmente necesaria.


"¡¿Qué está pasando?!"


"Dile a todos que me fui muy lejos, ¿sí?"


"Ya sabías que esto iba a ocurrir, ¿verdad? ¡¿Por qué no lo dijiste antes?!"


Estaba gritando. Estaba asustado. Y ahora era él...


Quien estaba llorando.


Las suaves manos de Romano le empezaron a acariciar las mejillas, apartando algunas lágrimas. Se elevó lo más que pudo y le dio un beso de despedida. Un roce de labios. No se amaban, no tenían una relación ni nada. Sólo... un beso.


Y desapareció.

Felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora