1. Asco... Se me pegó un vampiro en la bota.

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Las hojas secas se pegaban a sus botas con cada paso que daba sobre el lodo, producto de la lluvia que había caído aquella tarde, mientras que el aire nocturno le enfriaba los pulmones impidiéndole percibir el olor a tierra húmeda que lo rodeaba. Su vestuario estaba confeccionado para facilitar la cacería, por lo que no lo protegía de las bajas temperaturas; el movimiento constante era lo único que le ayudaba a mantener el calor del cuerpo.

Una ráfaga de aire le alborotó el cabello castaño —el principal distintivo de que era, o esperaba ser, un miembro de la Orden— y movió las ramas de todos los árboles que lo rodeaban, creando un coro de hojas que lo dejó sordo por unos segundos. Se quitó los mechones de pelo de los ojos con un movimiento distraído, mientras se concentraba en ampliar sus sentidos para captar todo aquello que lo rodeaba.

Los grillos cantaban a un ritmo ensordecedor en la espesura del bosque, mientras un búho lo observaba con la atención de un cazador desde la rama sobre su cabeza. Jeremy levantó la vista hacia el animal, pensativo. Algunos de los miembros de la Orden se ayudaban de animales para capturar a su presa, pero solían ser cazadores experimentados, bendecidos con habilidades especiales y, que él supiera, nadie en su equipo contaba con aquellos dones.

Una risa aguda reventó en la noche, sobresaltándolo.

El dueño de esa voz no estaba muy lejos; si se esforzaba podía oírlo correr entre los árboles escapando de algo mucho más grande que él.

Jeremy se preparó para correr en la dirección de aquel escándalo, pero se frenó de golpe recordando las palabras de su instructor: «Detente, respira y piensa; un líder nunca actúa por impulso». Podía ser un truco, bien sabía que todos sus hermanos eran unos tramposos de nacimiento y Douglas, especialmente, se entretenía haciendo de carnada para atraer al enemigo y sorprenderlo con la guardia baja. No sería su caso.

Avanzó lentamente cuidando el ruido de sus pasos, controlando su respiración al punto de ser imperceptible. Así como él podía escucharlos, ellos también podrían oírlo si no tenía cuidado.

Dio una orden mental a su arma. La esclava de acero pasó por una rápida metamorfosis: primero una serpiente pequeña y plateada, con gemas en lugar de ojos que se retorcía alrededor de su brazo izquierdo en dirección a su mano, después una daga con una hoja brillante y peligrosa. Jeremy cerró la mano en la empuñadura, había alguien a solo unos metros de él, podía sentirlo, aunque todavía no identificaba en qué dirección se encontraba.

Sus entrenados oídos captaron un silbido agudo que le hizo frunció el ceño al intentar identificar el origen, mientras un instinto primitivo le ordenaba moverse de aquel lugar, reaccionó a tiempo para girarse y ver la hoja de un hacha volar hacia su cara; con una rapidez sobrehumana la esquivó, mientras veía como se clavaba en el árbol más cercano, a la altura de su cabeza.

Con el corazón a mil por hora y la cara desfigurada de la impresión volteó para mirar al responsable.

Robert se encontraba de pie junto al tronco de un árbol; con una mano apoyada en la corteza observaba interesado la escena frente a él.

—Pudiste haberme matado con esa cosa —susurró Jeremy sin aliento con los ojos abiertos de par en par por la impresión—. No se supone que vayamos tan lejos.

Robert dejó salir una risa ronca, sin una pisca de culpa en su cuerpo. Era alto y atlético, y se paraba frente a Jeremy con una postura relajada, como si su atrevimiento no le afectara en nada, es más, su reciente intento de homicidio solo parecía causarle gracia.

Jeremy sintió como la rabia burbujeaba en su interior. Justo esa mañana le habían dado una noticia desagradable y el muchacho frente a él era el principal protagonista de aquella desgracia; no se encontraba con el estado de ánimo adecuado para dejar pasar tanto descaro.

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⏰ Última actualización: Apr 20, 2021 ⏰

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