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Los pueblerinos de Helston tenía una leyenda, si alguien lograba encontrar a la flor dorada, les cumpliría el deseo de ser los magos más poderosos del reinado. Muchos que iban al bosque a buscar aquella flor siempre eran corridos del bosque, por ejemplo las enredaderas mágicas expulsaban a las personas que no eran sinceras con ellos mismos, mucha personas salían lastimados por la ambición que les ganaba. También el bosque era llamado 'Solo una vez' porque solo una vez podías entrar a ese bosque ya que las plantas bloqueaban el paso.

Mientas que la abuela sacerdotisa contaba aquella leyenda, Jeongguk un pequeño niño de 6 años que era muy distraído, se alejo de la fogata persiguiendo una lucesita, la meta de Jeongguk era atrapar esa lucesita cueste lo que cueste. El pequeño estaba ya dentro del bosque, y lo extraño es que ninguna planta lo atacaba al contrario lo protegía. Cuando se dió cuenta que la luz ya no estaba el miedo lo empezó a invadir, era todavía pequeño para poder utilizar sus poderes, la magia en el ahí estaba pero no sabía cómo manejarla. Corrió por dónde vino pero eso era lo peor que pudiese hacer, las enredaderas lo detectaban como peligro. El pequeño lloraba de miedo, el bosque era como un laberinto no veía el final lo cuál le aterraba más, las enredaderas los perseguían para ser su cena ya que hace mucho que humanos no entraban por miedo. Jeongguk sentía que su corazón iba a salirse, sus piesitos ya no podían más si no fue hasta que chocó con algo, más bien alguien. Levanta su vista para observar la persona que está vestida de blanco, una túnica blanca lo cubría y su pelo largo dorado recogido por una trenza, hasta este brillaba con la luz lunar, cuando escucho las ramas moverse, Jeongguk se aferró de su túnica como si no hubiera un mañana, las enredaderas se alzaron al presenciar a la persona de cabellos dorados, está coloco una de sus manos en la pequeña cabeza del pequeño para que se sintiera seguro y la otra la alzó para que la enredadera se colocará en su mano enredándose sobre ella.

-Se que tienen hambre pequeñas, pero él no será su cena, de acuerdo.

Acaricio con cariño a la enredadera para que se desenredara de su mano y irse por dónde vino, justo se agachó para estar a la altura del pequeño pero este estaba encantado por la belleza del hombre de cabellos dorados.

-Y tú, ¿Cómo entraste para que las nilas no te hicieran daño?

Su voz era tan suave y linda, Jeongguk nunca había visto una persona con cabellos dorados.

¿Acaso están quemados por el sol? pensó el pequeño.

El hombre le dió una linda sonrisa, apenas iba a mover un pie cuando esté se quedó inmóvil. Una enredadera estaba en el pie del pequeño lo cuál le asusto demasiado que empezó a moverse bruscamente y la enredadera apretaba más su agarré.

-Eh, cariño tranquilo, no te hacen daño la nilas, eh, mírame a los ojos.

Jeongguk miro a los ojos del hombre de cabellos dorados cuando de repente sintió una paz enorme.

-Eso pequeño, ahora pídele disculpas a las nilas, porque las acabas de lastimar.

El niño confundió por sus palabras observo a la enredadera que están en su tobillo, no entendía el daño hasta que vio las hojas que estaba en el piso.

-¿Le arranque hojas? -el hombre asintió con un sonrisa cálida-. Oh, lo siento ni... Nilas.

La enredadera se fue desenredando de su tobillo hasta dejarlo libre. Está se acerco al hombre pidiendo algo, este río.

-Las nilas son muy cariñosas, son pacíficas, si te llegan a hacer daño es porque las pisate y te vieron como peligro, ellas están por los todo el bosque, es muy fácil de distigirlas por sus hojas grandes.

The forest flower •KM•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora