Vientos de la Magia

Capítulo 1: Un encuentro bajo el Sol

Era una mañana como tantas otras en la pequeña aldea pesquera de Adaman, los pescadores salían con sus diminutas barcas a intentar pescar algo, mientras los cazadores intentaban conseguir algo que comer en el pequeño bosque del interior. Los días afortunados con suerte alcanzaban a conseguir lo justo para alimentar decentemente a sus famílias. La pobreza se respiraba por todos lados, como en tantas aldeas de Nova Terra. Tras las grandes catástrofes que habían ido pasando, la gente cada vez tenía menos fe en el futuro. La iglesia local se caía a pedazos por falta de mantenimiento.

No muy lejos, en la entrada del bosque, una joven chica castaña y de ropas sencillas jugaba a las afueras del poblado con báculos de madera con su amigo, imaginando cómo sería poseer la magia de la que había oído hablar tantas veces pero que nunca había visto en acción. Su amigo era algo más escéptico que ella, pero igualmente disfrutaba de imaginar cómo sería disfrutar de esos poderes que oían hablar a algunos viajeros que pasaban por la aldea.

En esas estaban, cuando, sin darse cuenta, algo llamó la atención de ella, y golpeó a su amigo en la cabeza por quedarse mirando.

- ¡Hey!- le espetó a la chica, que era algo mayor que él. – Me has hecho daño.

- Perdón, Simon, es que me ha parecido ver algo extraño por el camino del bosque. ¡Veamos quién o qué es!- le dijo ella con una sonrisa y un gesto de disculpa, y se aprestó a correr con su energía de siempre que dejaba a Simon exhausto.

- Espérame, Elayne.- dijo él tirando el palo de madera y corriendo detrás de su amiga que había desaparecido de repente. Notó que alguien le hacía un gesto desde detrás de un arbusto para que se escondiera.

- Ssssssh.- exclamó Elayne al ver a su ruidoso amigo ocultarse con ella. Juntos miraron un carromato antiguo con un hombre ya entrado en años y una creciente barba gris. Aunque una manta ocultaba el contenido de la mayoría de artefactos algunos relucían a la vista, extraños objetos que ni Elayne ni Simon habían visto nunca por ahí.

- Parece que se dirige al pueblo, aunque sea de paso. ¿Es otro mercader?- dijo Simon dudando.

- No parece algo tan común, esos objetos no se ven por aquí.- comentó ella.

- La última vez trajeron seda de Catay, que nunca la habíamos visto. – insistió él.

- Simon, abre tu mente, esto no es lo mismo. Tenemos que ver qué tiene.- dijo ella emocionada de que pudiera tener algo mágico, pues en los libros que el clérigo de la iglesia le había hecho llegar se hablaba de algunos artilugios extraños de este nuevo mundo.

- La magia es un cuento para asustarnos.- dijo él negando, pero siguió a su amiga ocultándose de camino al pueblo para seguir al extraño hombre.

Al ver cómo él se acercaba demasiado, entonces ella le dijo a Simon que debían guardar más distancia, porque seguía teniendo la sensación de que no era un anciano corriente, aunque tampoco podía asegurarlo. No quería que los descubriera antes de comprobar qué portaba.

Cuando llegó al pueblo, vieron que se bajaba del carromato e iba a hablar con el líder de la aldea. Hablaban sobre algo con lo que erradicar la peste, el mal que llevaba azotando a la humanidad desde el viejo mundo hacía más de 100 años. La última semana habían muerto dos personas en la aldea de ese mal.

Justo entonces Elayne vio su momento para probar alguno de esos objetos, aprovechando que este estaba concentrado en la conversación. Aunque Simon intentó detenerla, ella hizo gala de su faceta aventurera, y se escabulló hacia el carromato.

Consiguió acercarse sin que este se percatara, observando la gran cantidad de objetos mágicos que tenía el hombre. Le sorprendía que viajara con todo eso sin escolta, pues algunos parecían de bastante valor, aún sin poder imaginar su uso. A pesar de todas las maravillas que había su atención se volvió hacia un extraño frasco alargado de cristal, el cual se guardó disimuladamente, y volvió con su amigo. Por un lado se sentía mal, pero su curiosidad siempre acababa tirando más fuerte de ella, solo esperaba que no se enteraran sus padres de sus travesuras. Ya les había dado algún susto en el pasado, y no quería que volviera a pasar.