Prólogo

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Nota antes de leer: Esto lo publico porque en una encuesta en instagram hubo un porciento muy alto para que se publicara, aun sino la puedo actualizar constante  porque tengo que priorizar las otras dos que estoy escribiendo. Si eres de las lectoras que sufren de ansiedad por querer leer más cuando termine un capitulo, por favor no leas y espera a que anuncie que me pondré con la historia de lleno. Si no padeces de anciedad, pues espero que disfrutes de la lectura. Por un disfrute sano....aunque el prota no esté para nada sano. 



Institución Mental San Peter.

New Orleans, Luisiana.

Evans

Jugaba con el borde de un pedazo de papel, mientras el sonido del roce de mis dedos con la hoja hacía eco en mi cabeza. Junto al sonido opaco lo acompañaba un eco de un agota de agua. Ese era uno de los efectos de los calmantes que me daban. Todos piensan que te pone a flotar, no lo hace, te aturde la cabeza intensificando los sentidos. Y cuando se te pasan los efectos te deja medio entumecido como lo estoy ahora, ya podía pensar con claridad pero sentía cansancio aplastándome los huesos.

Resoplando miré hacia el techo.

«Creo que se me olvidó cerrar bien la llave del baño»

¿Pero eso a quien coño le importaba?

El "cuarto" acogedor tenía comodidades que mi posición económica me permitía, pero no había nada que se pudiera utilizar como arma para atentar contra alguien o contra mi mismo. Los días pasaban en una cadena repetitiva, excepto por esos días en que me guiaban por un pasillo con muchas ventanas y la puerta azul con flores doradas me recibía sacándome de mi rutina. Como ahora, uno de los enfermeros me sacó del cuarto haciéndome caminar por el largo pasillo. Siempre me quedaba unos segundos de más ante la puerta celeste porque cuando la cruzaba tenía que reprimirme, mostraba todas mis caras excepto una y eso me fastidiaba, pero entendía que era necesario.

Con una expresión pétrea cerré la puerta detrás de mí. Localizando a la psicóloga que me tocó cuando llegué a este sitio me preparo para jugar mis cartas y no fallar.

—Sr. Lorenzetti. Buenas tardes. —me le quedo mirando por unos segundos controlando los impulsos que trepan con garras hacia la superficie. Mis manos se aprietan detrás de mi espalda.

«Tranquilos, recuerden no hay que asustarla»

—Buenas tardes, Doc. —mostré una sonrisa de hoyuelos.

Se me queda mirando seria. Lo que me hace sonreír más.

—Me han informado de su comportamiento y creo que estas sesiones son para mejorar, no para empeorar.

—Solo fue un pequeño percance. Y no me hable de usted, a ellos no les gusta. —mi voz fluye densa aun con los hoyuelos en las mejillas.

— ¿Llamas pequeño percance a abrir en canal a tu compañero de cuarto, jugar con sus intestinos mientras susurras cosas con la mirada perdida? —mi mirada se desvió a la pantalla que me muestra de su iPad. El cuarto del video es claramente le mío y observo el espectáculo que doy.

El imbécil no había hecho nada, solamente caer en la habitación equivocada.

«A uno de ellos, no le gusta compartir.»

—Tocó lo que no debía y ya previamente se les había informado que no me gusta compartir.

Tomó un bolígrafo que voló sobre el papel que tenía en su regazo. Su constitución pequeña y frágil no dejaba de fascinarme, su piel blanca sin rastro de pecas, sus ojos celestes profundos que muchas veces quise arrancar de esa linda carita con su nariz perfectamente recta y ese pelo oscuro, horrible ante mis ojos que lo habían alguna visto semejarse a la luz del sol.

Pasé mi lengua por la comisura de mis labios observado su mano y esa pequeña cicatriz en su dedo índice me sacó una pequeña y verdadera sonrisa.

— Pensábamos que estabas avanzando, es importante superar los problemas que lo trajeron aquí. Sr, Lorenzetti.

— Todavía no es hora de mi retirada de este palacio. Ya le había comentado que necesito de su ayuda. Y por favor le pedimos que nos llames Evans. —le di un una mirada que decía cuan molestos nos ponía que nos llamara de manera formal.

Arruga el entrecejo observándome por unos minutos, se recoge el pelo, estruja el papel en el que escribía minutos antes, lo bota en el cesto y se arregla los lentes.

— ¿Qué es lo que realmente quiere de mí? —se apoyó en sus muslos inclinándose. —Evans.

Mi mandíbula se apretó y tragué en seco ante sus labios pronunciando nuestro nombre.

«Está en la posición perfecta: garganta expuesta y desprevenida »

«No, no lo está, ella sabe que la observamos, ella sabe, pero a la vez desconoce.»

—Quiero... que me rompas. — La psicóloga tomó una larga inspiración y tragó en seco mientras yo la miraba a sus ojos agua marina. —Como ella lo hizo...

— ¿Ella? ¿La chica de la que te niegas hablar? — observé como se acomodó centrando toda su atención en mí. Le he hablado de muchas cosas, pero siempre desviaba el tema de ella. No es que no quisiera, era una de las cosas que más quería hablarle, pero no había llegado el momento.

— Creo que el momento llegó, Doc. —asintió recostando su espalda a la silla.

Pasé la punta de la lengua por mis labios rápidamente mientras me acomodaba también.

— Vale, empieza por el principio. Y no te cortes con los detalles.

Sonreí ante su demanda, perdiéndome por unos segundos en el pasado y regresé porque no me puedo permitir ausentarme, no ahora que tengo la mano en la puerta para abrir mis demonios, de enseñarlos al mundo, que vean lo horrible, lo monstruoso, lo siniestro que se esconde bajo mi piel, pero que por debajo de ellos vean las heridas y las cicatrices, vean al hombre que sintió, que quiso y amó... a su retorcida manera.

Quiero que vean a Edgar, a Vera, a Alex, a Nial y a Scar, quiero que vean a Evans.

Me le quedé mirando esos ojos, tras los horribles antejos. Tragué en seco y hablé:

—Todo empezó con una chica....

Rota Por Un MafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora