¿Lo hice bien?

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Derechos de imagen a Procrastinación hermosa. Gracias por tu arte y darme permiso para usarlo y escribir esta loca idea, mi love.

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Cuando el séptimo Hokage le invitó a quedarse con ellos, le ofreció su hogar, lo inmergió en su familia, estaba seguro de que no quería decir que podía tomar eso. Ni siquiera él mismo podía creerse lo que estaba sucediendo o dónde tenía sus manos —y otras cosas —, en ese momento.

¿Cómo había comenzado esa locura?

Podría pensar que culpar a Boruto sería una buena idea, pero desde luego, quizás era más su culpa que la del hijo del Hokage. ¿Podía ser Kawaki tan débil? ¿O es que esa era su debilidad?

Himawari.

Esa niña que había conocido al llegar a la que su hermano tenía pavor y ella no se lo tenía a él pese a ser un extraño. Por la que había terminado gastando diversas horas de su tiempo en arreglar un dichoso jarrón. Había crecido a la par que el tiempo pasaba y se amoldaba a ese hogar y acostumbraba a sus invasiones de espacio. Esa muchacha no tenía sentido del espacio personal.

Nunca lo tuvo con él.

Y al final, había terminado creando un vínculo emocional con ella diferente al resto. Uno que a veces le sacaba colores y que le estremecía de los pies a la cabeza. Y, hablando de cabeza, le ocupaba gran parte del tiempo sus pensamientos.

¿En qué momento ella creció hasta convertirse en algo capaz de provocar que sus ojos se fueran detrás de él? No lo recordaba. Simplemente, pasó.

De ser una niña pasó a ser una chica con curvas y edad suficiente como para robarle un beso demasiado descarado de buenas noches.

También, comenzó a aprender técnicas ninjas y las cuales, más inesperadas.

Fue a causa de una de estas, aprendidas de Boruto, de ahí su parte de la culpabilidad, que terminasen donde estaban y con las manos donde las tenían.

Él, que generalmente solía mostrarse frío y aislado para no expresar sentimientos y que estos les hirieran, siempre tratándola con la indiferencia debida, no esperaba que aquello terminara así.

—¡Kawaki! —Su vocecita casi le hizo saltar el corazón en ese momento, aunque era mejor fingir que estaba más delicioso el Taiyaki—. Boruto me enseñó un Jutsu. ¿Puedo enseñártelo?

—A ver, pues.

Al fin y al cabo. ¿Qué clase de Jutsu peligroso podría enseñarle ese mocoso a su hermana? Nada peligroso, imaginaba. Al fin y al cabo, Boruto babeaba por Himawari y nunca la expondría al peligro. Aunque quizás nunca sospecho que él (1) podría ser el peligro.

Himawari sonrió, con esa mueca decisiva que los Uzumaki parecían heredar de generación en generación. Separó las piernas y cruzó los dedos, levantando los codos en una perfecta posición.

—¡Oiroke no jutsu!

Levantó una ceja. No esperaba esa clase de Jutsu exactamente. Ese condenado de Boruto... como ahora Himawari apareciera de esa forma... iba a patearle el trasero.

Pero delante de él se formó la figura de un muchacho, desnudo, sí, —aunque él temía que fuera como mujer—, más alto que él, más... Joder, era el tipo de chico porque el babearías aunque fueras el más heterosexual del universo.

Y esa condenada sonrisa sesgada de seguridad, ese fornido cuerpo, esa desnudez y... vale. Levantó la mirada hasta su rostro. Su mirada brillaba con una pícara diversión. Estaba tan congelado con lo que le hacía sentir, el debate de su interior y el hecho de que estuviera excitándose con esa versión, que apenas reaccionó cuando sintió que le tomaba de la barbilla.

¿Lo hice bien?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora