Monstruos

18 4 0
                                    

"Los monstruos están en los lugares oscuros"

Cada persona tiene una hora para dormir: algunos coincidirán entre sí, durmiendo las horas recomendadas por los médicos. Otros dormirán más tarde, por sabe quién por qué razón. También están aquellos que duermen más temprano que cualquier otro. Algunos son sin horarios fijos. Y, están aquellos poco comunes, que apenas duermen. Cada humano o animal tiene algún momento para cerrar los ojos e ir al mundo de los sueños o de las pesadillas.

Desde niños, nos asustan con advertencias de que si no dormimos a determinada hora, alguna criatura nos comerá: muchos se asustan por aquello y les hacen caso, pero otros, ya sea impulsados por la curiosidad o por algún acto de rebeldía infantil, se quedan despiertos, observando su habitación con miedo, abrazando a su peluche favorito. Al descubrir que no hay nada que los amenacen, se confían y algunos incluso dejan de temerle a la oscuridad.

"Pueden estar debajo de tu cama: acompañado de un ser de dedos largos y afilados, esperando para poder devorarte"

Algunos valientes bajan de sus camas, evitando hacer ruido alguno. Van hacia algún cuarto, ignorantes de cualquier peligro. Sus pasos se oyen, pero nadie más que él y tal vez alguna entidad, logran escucharlos. Suelen ser pasos rápidos por el frío o por el inevitable miedo.

Cuando vuelven, si no son descubiertos, se arrojan hacia sus camas y se tapan con sábanas y frazadas hasta la cabeza o sus ojos; temblorosos, algunos las bajan para poder ver su alrededor, que durante la noche, aparenta convertirse en un lugar desconocido.

Cuando se confían, cuando bajan de sus camas, sus pies, las extremidades que tanto envidió, ocultos con pedazos de tela y normalmente tapados, los dejan descubiertos, apoyándose en el frío piso. Esa es una de mis oportunidades, solo debo extender mi mano y tomarlo. Lenta y cuidadosamente estiro mi corto brazo, extiendo mi mano y mis dedos rozan su talón: demasiado tarde.

Solo tengo otra oportunidad. Cuando regresan, veo sus pies avanzar en paso apurado, solo los valientes o que no han llegado a sentir mi toque vuelven. Saltan, y ese es el momento: sacó medio cuerpo, extiendo mi brazo, mis dedos toman su tobillo y con mi otro brazo me impulso hacia atrás volviendo a esconderme pero llevándome—a rastras y con dificultad— a la persona.

"Pueden estar escondidos en algún armario: allí podrás ver sus iris resplandecer de colores brillantes y extraños; buscan hipnotizarte y ten cuidado, porque cuando te tengan cerca ¡ZAZ!"

Los armarios en la cocina no muchos les temen, pues ¿quién en su "sano juicio" le temería a uno? Sus múltiples usos le dan su gracia y (normalmente) poco espacio. La mayor parte de su tiempo están oscuros, cerrados con puertas pequeñas o medianas; suelen usarlos los adultos y algún adolescente para guardar cosas; suelen los niños usarlos como escondite para sorprender a alguno de sus familiares o amigos.

Las almas inocentes y puras son blancos fáciles; en sus travesuras o juegos, viene la idea «Allí no me encontraran» piensan y van corriendo hacia su denominado 'escondite súper secreto': abren la puerta con una sonrisa de oreja a oreja y se meten, dándose lugar de entre las cosas cuando las hay: esa es mi oportunidad.

La adrenalina los recorre por cada segundo que pasa, los hace, a veces, más distraídos estando metidos en sus pensamientos. En esos momentos, llega la indecisión: ¿Atacar? ¿Ofrecerles mi ayuda? ¿Devorarlos? No soy como Seng que espera debajo de sus camas y en la mínima oportunidad ataca...

Solo observo y la indecisión se va, siendo ganada por un hambre feroz. Cuando sus brillantes ojos se topan con los míos, quedan atontados, nunca supe por qué, pero esa, es mi oportunidad: en susurros lo aliento a que venga hacia mí; solo pocos se niegan, pero siempre terminan haciendo caso. Lentos se aproximan, y extendiendo mi mano, los insto a tomarla y llevarlos a un lugar agradable.

"Algunos incluso, están detrás de las puertas: abiertas o cerradas, ellos esperan silenciosos—o a veces, hay algún ruidoso— para presentarse ante ti, dando pequeñas señales de que están allí, listos para devorar tu miedo...y ¿por qué no? Tu alma"

Silenciosos o ruidosos; de colores chillones, agrios u opacos; ordenados o desordenados: no me importa cómo este un cuarto mientras en este, habite un humano—y si hay más, mejor—. Algunos cierran las puertas otros no. Eso no importa, porque al apagar la luz, esa es mi oportunidad.

Las sombras se ciernen sobre mí, y la poca luz que pueda llegar solo hace que mi trabajo sea más placentero: ellos, los que siguen despiertos y con ojos abiertos, me ven de reojo o al completo. Una mano o un brazo. Tantas opciones. Tantas. Tantas.

Pero me escondo. Me escondo una vez que ven algo de mí, especialmente si son niños: demasiados puros pero tan deliciosos. Lástima que solo puedo devorarlos dormidos, cuando sus almas son ajenas al peligro.

"Pero el más horrible de todos, el más peligroso, es el que-"

—El más fatídico de todos, abuelo, es el que está a tu lado todos los días y noches, y que a su vez no es el único; está por todas partes y no se puede erradicar—la voz aguda interrumpió el relato de un anciano que leía a sus nietas preferidas.

Nadie se movió.

La sangre del piso fue pisada por un niño en pijama, que salía de atrás de su abuelo para acercarse a la cama donde dos bultos estaban acobijados. Se sentó en ella.

—Está incluso en ti, abuelo, habita como un parásito que carcome tus emociones y te ciegan—miró sus ojos desorbitados y apagados, y luego, vio el cuchillo que le había clavado hace un momento—. Pero no te preocupes, en realidad, sí hay una cura. Una forma de eliminarlo—palpo los dos bultos a su lado y los despojo de las mantas que los cubrían. Dos rostros jóvenes, dos chicas, de cabello castaño y ojos cerrados con cortes en sus caras. La sangre caía desde la cama—. No es del todo su culpa, ustedes eran mocosas malcriadas, eso me dijo la Sra. Iria—sonrío—, en ustedes estaba el peor monstruo de todos—miro a su abuelo—. Y yo conseguí liberarlos, ¡conseguí la cura para los monstruos! ¡Encontré la cura!

Y el niño río hasta que el aire se agotó de sus pulmones.

Y cuando los policías llegaron a la casa, fue llevado a un orfanato.

Después de todo, ¿por qué habrían de encarcelar a un niño que solo estaba dormido y se asustó por unos extraños gritos y llamó a la policía?

Además, él ha encontrado una cura secreta para erradicar monstruos del alma.

"—Pero el más fatídico de todos, Alex, es el que está en el corazón de los humanos, o el alma si lo prefieres. Ese monstruo es la maldad más terrible de todas. Y la más peligrosa. No tiene cura...

—¿Nadie la ha encontrado?

—Me temo que no—el anciano acaricio los cabellos negros de su nieto—. Pero tal vez algún día se encuentre una. Hasta ese entonces, deberás tener cuidado de que no te consuman.

—¿A ti te han consumido alguna vez?

—Algunas veces lo hacen. Pero intenta evitarlos ¿sí? Debes intentar al menos convivir con ellos para que no te devoren y dejes de ser quién eres ¿entendido?

—Entendido."

«Algún día, encontrare la cura y te sanaré»

MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora