Sábado 11 de septiembre del 76'
REGULUS BLACK NO NEGOCIABA CON TERRORISTAS. De hecho, nadie en la familia Black lo hacía, lo cual explicaba el hecho de que Sirius ya no estuviese en casa y lo cual explicaba el porqué de su conversación con Evan Rosier esa noche de sábado.
El Hogwarts de septiembre lo recibió varado en ese extraño intermedio entre el verano y el otoño, envuelto un manto de hojarasca que tendían los árboles que poco a poco empezaban a morir y en la ligera niebla que ascendía del lago negro, haciendo sudar las paredes.
La primera semana había transcurrido sin demasiados sobresaltos. Regulus se encontró a sí mismo un poco anonadado por sus funciones de prefecto, pero agradecido por la cantidad insana de trabajo que se acumulaba entre reuniones de tres al cuarto y la pila de tareas que dejaban los maestros en su afán de torturar a los estudiantes incluso antes de los TIMOS. El trabajo siempre le ayudaba a no pensar, y dado el giro que habían tomado los eventos en ese año, no pensar era justo lo que necesitaba.
Desde el 10 de agosto, Regulus tenía un problema más. Esta vez con nombre y apellido. No que no lo tuviese antes, su largo historial competitivo con Lang se remontaba ya a los primeros años de su trayectoria en Hogwarts, aunque nunca había llegado hasta los niveles en los que se encontraba. Su amenaza había calado en lo más hondo de sus miedos y, por primera vez en cinco años, Regulus se encontró a sí mismo al borde de la derrota. Estaba perdiendo la contienda.
El momento de realización le llegó durante uno de los intervalos entre clases, en la primera semana. Partía rumbo a Cuidado de Criaturas Mágicas cuando sintió que la gente lo observaba con ojos que se deshacían en miradas lánguidas y solo entonces se dio cuenta de que hacía ya unos días que caminaba dejando a su paso un desfile de murmullos apagados. Se agarró al estómago como si se le acabase de abrir una úlcera por el espanto y enfiló rumbo a la enfermería. Perdió dos días de clase, una reunión y tres patrullas, sin contar las prácticas de quidditch y sus horas en la biblioteca.
Rory Lang le daba gastritis, literalmente.
Para el sábado se decidió: ya no iba a esperar más. Aunque su subconsciente le decía que era definitivamente (más probablemente) seguro de que no haya dicho nada (a tenor de la falta de aulladoras de su madre en su cabecera— Estaba cien por ciento seguro y positivo de que, si se llegaba a enterar, Walburga se volvería loca), no podía seguir dejando pasar el tiempo, dándole a Lang la satisfacción de creer que lo tenía entre sus manos.
Dos podían jugar ese juego. Regulus estaba listo para demostrarlo.
El primer paso lógico era obviamente la investigación y la intriga. Si Rory Lang no había dicho nada es porque (Merlín prohíba que alguna vez alguien sepa que pensó eso) tenía un mínimo de decencia y decoro, incluso podría decirse que hasta de cerebro. De igual manera, Regulus no podía jugarle a eso todas sus cartas, no se podía fiar. Después de todo, ¿de qué podía uno fiarse realmente?
Fue así que después de asegurarse y recontra asegurarse de que todavía nadie en su círculo estaba enterado del penoso episodio que había protagonizado, puso en marcha la segunda fase del plan: averiguar si realmente el asunto del bar era algo que a Lang le robaba la tranquilidad lo suficiente como para poder usarlo en su contra.
Lo cual lo llevó a la noche de sábado, particularmente a una de las exclusivas reuniones del Slug Club.
En ese entonces, el profesor Slughorn había abandonado sus aires de opulencia (presumiblemente debido a la sequía en su billetera), decantándose por ofrecer más bien una velada tranquila que prometía camaradería y diversión juvenil y que sería celebrada en un despacho rezumante de ese olor pegajoso y dulce que solo una habitación dedicada a confinar toda suerte de pócimas dudosas puede tener.
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starcrossed || regulus black
Fanfiction¿por qué confiar en las estrellas cuando puedes reescribirlas? REGULUS BLACK slow burn aidxneus, est. 2020 cover by @ohfIux