Pasión por Despecho

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"Es muy duro querer a una persona sin esperanza alguna, pero es más duro aún no tener esperanzas de amar a alguien jamás".


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Pasión por Despecho

Los fuegos artificiales despertaban en él sentimientos antagónicos: por un lado, estaba el alivio, la distante felicidad y una extraña sensación de libertad; y por otro, un dolor desgarrador y una dosis enfermiza de remordimiento.

A Severus Snape no le gustaban en absoluto los fuegos artificiales, por lo que se había refugiado en sus apacibles mazmorras para huir de ellos, así como de la compañía irritante e indeseada del cuerpo docente, o al menos, de la gran mayoría.

Minerva McGonagall, por alguna razón que escapaba al entendimiento de Snape, había decidido escapar también y refugiarse con él. Naturalmente, su primera reacción fue echarla y soltarle en la cara un par de consejos malsonantes de a dónde podía irse. Sin embargo, ante la abrumada insistencia de la mujer, optó por dejarla entrar.

La segunda guerra mágica había terminado, con ellos como vencedores, y la celebración que se sucedía en los jardines de Hogwarts en esos momentos era producto de que la reconstrucción del castillo había culminado y de que al día siguiente los alumnos volverían a cruzar sus puertas.

Severus no estaba ni remotamente entusiasmado con la idea. Odiaba ser profesor, pero prácticamente lo habían obligado a impartir un año más de clases como "compensación" por haber sido liberado de todos los cargos. Él pensaba que la palabra correcta era "condena".

Lo peor era que tendría que saber comportarse, porque de lo contrario, le agregarían un año más al suplicio, y él sólo quería dejar esa jodida escuela y no volver jamás.

Sujetó con fuerza el vaso de whisky de fuego en su mano, mientras Minerva hablaba sola, pues no le estaba prestando atención. ¿Qué tan reprochable sería asistir a la ceremonia de selección con resaca? No tenía que hacer nada, aparte de sentarse y esperar que terminara pronto. Todos lo estarían observando, pero su aspecto era terrible siempre, un dolor de cabeza no lo empeoraría.

Sí, se emborracharía esta noche.

—¿Y tú?— preguntó Minerva, ignorante de que su interlocutor no había escuchado ni una de sus palabras.

—¿Yo qué?— dijo Snape, distraído, al tiempo que se servía más whisky.

—¿Qué vas a hacer cuando termine este año?

Severus bebió largamente en silencio, frunciendo el ceño mientras pensaba. Se acomodó en su asiento y miró a la mujer.

—Organizaré una orgía con mis fanáticas.

La profesora McGonagall se atragantó y comenzó a toser, tapándose la boca con una mano.

—Severus, por Merlín— censuró la bruja, aunque una pequeña sonrisa tiraba de sus labios.

—¿Qué? Tengo que aprovechar la fama mientras dure— dijo Snape, encogiéndose de hombros. Se inclinó hacia adelante y agregó: —. ¿O acaso te escandalizas porque formas parte del club?— preguntó insidiosamente.

Minerva lo miró con el gesto serio, alzando una ceja. Negó con la cabeza y bebió un poco del vino de elfo que ella misma había llevado.

—Estaba hablando en serio.

—Yo también.— Severus esbozó una sonrisa arrogante—. Parece que todavía te cuesta aceptar el hecho de que soy un... hombre con apetitos normales.— No estaba seguro, pero le pareció ver un ligero rubor en las mejillas de la impertérrita profesora.

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