Quiero ser

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De pequeño tenía cada idea, rara, que era resultaba irónico.

A veces era la típica pregunta: “¿Tú qué quieres ser cuando seas mayor?”

Yo tenía muy claro lo que quería ser de mayor, quería ser abogado, y defender a los inocentes. No era una locura, aunque tuviera solo diez años cuando lo dije… había llegado a serlo, el mejor abogado de Triudex, la gran capital del país, donde se hallaban los mejores maestros, médicos, policías… y abogados. Yo estuve en esa lista entre los cien primeros.

Pero yo, no solamente contestaba qué quería ser de mayor… sino que también, con el tiempo, cuando mi hermana murió por el parto de mi preciosa y única sobrina… me dije, que tras la muerte, quería ser un ángel de la guarda.

Resulta irónico, ya lo he dicho… pero lo deseé de verdad en ese momento el hacerme, en el más allá, que desconocía, con esa profesión, si es que lo era.

Lucía creció felizmente, procuré que no le faltase nunca de nada, y más aún, cuando su padre, Ricardo, la abandonó por el parecido a su madre… le era insoportable ver a su hija, y no desearla cuando su cuerpo de mujer se estaba formando. Era un buen hombre, por eso se fue, para no cometer ninguna locura o pecado, como ahora lo llamaría.

Mi pequeña sobrina, tiene dieciocho años, es una mujer preciosa de cabello negro, largo y sedoso, de labios suaves y sonrojados, ojos grandes que te atrapan en una mirada color caramelo, con unas pestañas largas y espesas, rostro redondo y perfecto… alta y delgada, con sus curvas en sintonía de enloquecer a cualquier hombre que se le cruzara. Hasta su manera educada de hablar, la hacían encantadora a vista de todos… Era igual que Lorena, igual que mi hermana, igual que su madre.

Comenzaba su primer año de universidad, quería ser enfermera, la misma profesión de su progenitora. Ricardo tenía razón, eran dos gotas de agua, como si mi queridísima hermana se hubiese reencarnado en su propia hija.

Y la quería, la quería como Ricardo a su mujer, y yo… como si fuera mi propia hija.

Pero un día, todo cambió… aquél criminal que metí en la cárcel, por asesinato y robo a mano armada en diferentes estaciones de servicio. Escapó… y todo lo que hizo, fue buscarme, y después, matarme.

Ha pasado tiempo desde aquello, recuerdo aquel disparo aún perplejo, saliendo de los tribunales tras un caso victorioso de una violación, en el que había logrado que al acusado lo metieran un buen tiempo entre rejas… en esos casos, no había más. El daño sólo podía ser psicológico, o eso decían, por lo que, no era un delito mayor para pagar con vida. No era justo… si a mi sobrina le hicieran algo así, lo menos que haría, sería cortarle la polla y las menos, para que no volviese a hacer tal acto de crueldad.

Tras ese disparo, era todo lo consciente que un alma podía ser consciente… sentía dolor, sabía que me estaba muriendo, que el hilo de mi vida se había quebrado, que no volvería a ser ese gran abogado de élite entre los cien primeros de la capital, que estaba dejando de ser un “vivo humano”, lo peor de todo, era que estaba abandonándola… el simple hecho de pensarlo, me derrumbó hasta lo más profundo.

Alguien me tomó, y se encaminó conmigo hacia algún lugar… me quedé dormido, posiblemente de agotamiento, no sé cuántas horas ni días … pero desperté en un lugar desconocido, mi grave y mortal herida, estaba vendada, la cabeza me ardía… pero… ¿estaba muerto?

“No estás muerto, al menos, no del todo”- esa voz provenía de algún lado, no, provenía de todos los lados de la luminosa habitación.

“¿Dónde estoy?”- pregunté.

“En otro mundo, tu alma, traspasó el umbral…”

Mi alma, mi alma era lo único vivo. Lo comprendí al instante; observé donde me hallaba, no sólo era luz a borbotones, era todo blanco, amarillo y azul… un sitio enorme, una sala con cielo y sol, agradable sol que no quemaba. Mi cama invisible, porque no lograba verla, pero sí sabía que estaba allí. Tan raro… y… estaba completamente desnudo.

“Entonces… ¿es el cielo?”

Estoy seguro, de que la voz que me hablaba, había dibujado una sonrisa en su semblante antes de contestarme:

“Sí… podíamos decir, que para ti sería el cielo. Todo va en la conciencia de cada uno. Aquí juzgamos y le damos opciones a realizar en su nueva vida. ¿Sabes, abogado? No todo el mundo ve las cosas de la misma manera”

“¿Y cuál es mi juicio?”- pregunté curioso.

“Tú mismo lo deseaste, ¿acaso has perdido la memoria? Siempre fuiste un chico decidido, Daniel”- dijo.

“Ser ángel de la guarda”- memoré en un susurro, negué comenzando a reír estrepitosamente.- “Nunca pensé que sería posible”

“¿Qué decides entonces?”

Tenía que preguntarle:

“¿Qué decidió mi hermana?”

“Que un trozo de su alma, se quedase junto a la de su hija.”- me quedé mudo ante la revelación.- “Es por eso el parecido tan grandioso en tu sobrina, tu hermana estaba dentro de ella”

“¿Estaba?”- eso era pasado.

“Estaba, ha cumplido la mayoría de edad, su carácter ha sido cultivado hasta donde podía llegar a serlo. Pero necesita que alguien la proteja, la guíe… la consuele y aconseje… que alguien comparta sus emociones, hasta el fin de sus días. ¿Serás capaz de realizar tan ardua tarea?”

Sonreí levemente, agachando la cabeza.

Esos momentos vívidos aún en mi ser… rebosaban hasta lograr derramarse, porque el amor que sentía por aquella niña morena, era irremediable… ¿cómo iba a decir que no a tal propuesta?

Ahora, la veo caminando por la playa, en la lejanía, sonriendo con ese chico estudiante de historia, aventurero y juerguista. Y las entrañas se me encogen porque no quiero sentir su tristeza cuando le rompa el corazón. Pero mi nuevo trabajo, no trata ya de defender a un inocente, sino de aconsejarlo, de sacarlos de aprietos con acciones y palabras invisibles, que a veces, resultan difícil de distinguir de si son reales o son soñadas, porque no puedo comunicarme de otra manera que no sea por el sueño para no asustarla.

Mi bella y querida Lucía, tan linda y hermosa, por dentro y por fuera, tan mía…

Despliego mis alas, para seguirte de cerca.

Salidos de la nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora