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Eran las siete de la mañana cuando sonó el despertador de Louis, el lo apagó lo más rápido que pudo, lo cierto es que no había dormido casi nada como ya era rutina, solo se tumbaba en la cama y miraba el techo. Ya no lloraba como hacía antes, ahora solo se ahogaba en sus pensamientos, se sentía solo, apagado, en una rutina que le consumía día tras día, y que cada vez odiaba más. Se planteaba si era necesario seguir viviendo, y aun sin querer hacerlo, se levantaba todos los días, desayunaba y se dirigía a su horrible trabajo. Quería pensar que podría tener uno peor, pero lo cierto es que no le gustaba nada sentarse frente un ordenador hora tras hora, junto a un montón de papeles a su alrededor. El siempre había soñado con viajar, conocer mundo, salir y no tener tal rutina como la que tenía. 

Se levanto de la cama y se dirigió hacia el baño, al entrar se encontró con su bonita cara camuflada en una que ni él podía reconocer, con unas enormes bolsas en los ojos por la falta del descanso, estaba pálido, los ojos rojos y los labios secos, se lavo la cara con la errónea creencia de que así la disimularía un poco, haciéndolo así varias veces en vano. Quería llorar pero ni siquiera una lágrima salió de sus bonitos ojos azules, estaba desesperado por despertar de esa pesadilla, se sentía todo el rato mal y no sabía como arreglarlo.

Salió del baño y se dirigió a su terraza para encenderse un cigarro, cuando termino se hizo un café y se vistió con el uniforme del trabajo. Era primavera por lo que el sol ya asomaba y los pajarillos cantaban alegres, el suspiro y se montó en el coche. Por el camino pensó en lo que haría por la tarde ya que al ser viernes saldría a la hora de comer, pero no se le ocurrió nada, no tenía nada interesante en mente, no tenía a nadie a quien llamar, ni dinero para ningún capricho.

 A las ocho y veinte llego al trabajo, por suerte encontró aparcamiento cerca, y entró a trabajar. Era invisible nadie sabía como se llamaba, nadie notaba su presencia. En el fondo eso le aliviaba, así no tendría que dar explicaciones de su aspecto y no tendría que fingir estar feliz, solo limitarse a trabajar para poder pagar la casa y la comida.

A esa misma hora otro chico de pelos rizados y ojos verdes se levantó de su cama con energía. Harry procedía de un familia bastante adinerada, la cual se había dedicado a malgastar el dinero en lujos de toda clase. Pero él quería ser diferente, ayudar a todo el mundo de la manera más bondadosa que se pudiera imaginar. Era médico en uno de los hospitales más prestigiosos del país. En sus tiempos libres iba a los comedores sociales, abría las puertas de su enorme casa también heredada, y ayudaba a las personas a buscar un trabajo que les pudiera mantener o cuidaba a niños sin casa. En definitiva era amado y conocido por todo el mundo, pero da igual todo lo que hiciera, él seguía sintiéndose solo. Era una casa demasiado grande para una persona, aunque acogiera a gente, necesitaba el amor y el cariño de alguien. 

Nada más levantarse fue al baño a darse una ducha para despertarse bien, tenía que ir al comedor social a llevar el desayuno y ayudar a repartirlo. Además había comprado un montón de helados como sorpresa y estaba deseando ver las caritas de felicidad que pondrán todos los niños al verlos. Luego iría a casa otra vez prepararía la comida, y a la tarde iría a trabajar. 

El chico de los ojos azules como el cielo despejado en una tarde de verano, se encontraba más cansado que de costumbre esa mañana, sentía que todo le daba vueltas, así que se levanto de su pequeño escritorio para ir al baño y lavarse la cara, al mirarse se sintió confundido, tenía la cara horrible, incluso peor que la que había visto por la mañana, necesitaba dormir. Lo cierto es que cada vez que cerraba los ojos se encontraba con recuerdos del pasado que le atormentaban demasiado, por lo que odiaba dormir y sobrevivía a base de cafés y bebidas energéticas a diario. Sabía que era peligroso pero no le importaba, no le tenía miedo a la muerte, nadie lo echaría en falta.

Cuando acabó su turno de trabajo fue directo a su casa y se sirvió un táper de sobras que tenía en la nevera con unos macarrones del día anterior y se sentó en el sofá a ver la tele.

-¡Papá por-porfavor es solo un amigo!- decía Louis entre sollozos- N-no le hagas daño, el no ha hecho nada-a.

-Te equivocas, este hijo de Satán no va a volver a entrar en mi casa, y como hagas algo por defenderlo acabarás igual que él.

-Pero papá el no es homosexual, soy yo, yo soy el gay enfermo, el solo es mi mejor amigo, por favor para- miente, lo cierto es que él era su novio desde hacía un mes, pero quería protegerlo de su padre- hazme lo que quieras a mi pero a él déjale en paz, te lo suplico papá.

-¿Es eso verdad? ¿¡QUÉ SI ESO ES VERDAD!?- grita mirando al niño que tenía en brazos, el no es capaz de responder esta congelado, solo era capaz de llorar y de ver el cuchillo que el padre de su novio tenía en la otra mano- Louis los hombres no lloran y este maricón de mierda es lo único que sabe hacer.

Louis sin poder soportarlo más se abalanza sobre su padre quitándole el cuchillo, lo que hace que suelte al niño - Corre por tu vida y no mires atrás, yo estaré bien- le dice Louis a quien era su novio. Este sale corriendo y no vuelve a aparecer nunca más.

Louis se levanta sobresaltado del sofá, sentía que el corazón se le iba a salir del pecho, estaba llorando y sudando, se sentía aun más cansado que antes de haber quedado dormido. Miro el reloj y eran las cinco y media. Se hizo un café, se calzó, se puso el abrigo y fue a dar un paseo.

La paz tras la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora