Primer amor

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Disclaimer: De quien sean. Míos no. Lamentablemente.

"Este fic participa en la actividad multifandom del foro Alas Negras, Palabras Negras."

Prompts sorteados: Noche [tiempo], primer amor [escénica], descaro [emoción].

Condición del mes: Temática o personajes LGBTIQ+.

Notas: Este es otro fic que escribí en noviembre. Llevo desde entonces postergando su corrección. Empecé a corregirlo en abril, pero me desanimó que (desde mi punto de vista) es sensiblemente peor fic que otros que he escrito más recientemente. He estado intentando reescribir partes y retocarlo, forzándome para publicarlo el 28 de mayo, con motivo del cumple de Ojiro, pero no fue posible.

En realidad, para el reto con esos prompts había empezado (tres veces) un Drarry, pero se me ha ido de las manos, no estoy satisfecho con lo que tengo escrito y necesito reorganizarlo para que la idea quede bien contada (me temo que no entra en un oneshot, lo he intentado), así que me pareció que era buena excusa publicar este en su lugar.

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La primera vez que Denki lo había visto debió de haber sido durante alguna de las pruebas de acceso pero si fue así, no lo recordaba. No tenía el carácter carismático de Eijiro, el afable de Midoriya, el entusiasmado de Hanta, el encorsetado de Iida o el explosivo de Katsuki. Tampoco era tan exótico como Ashido, ni tan guapo como Uraraka, tan enigmático como Jirou, tan incisivo como Asui o tan inteligente como Yaoyorozu. Su aspecto no era llamativo como el de Aoyama, imponente como el de Sato, ni intimidante como el de Tokoyami. Si Denki hubiera tenido que definirlo y hubiera conocido ese término, habría elegido la palabra anodino para hacerlo. Salvo por dos detalles.

Uno era su sonrisa. Denki sí que era capaz de recordar la primera vez que le vio sonreír. El chico se había sentado en el pupitre que quedaba delante del de Denki el primer día de clase antes de volverse hacia atrás y ofrecerle la mano con un asentimiento de cabeza.

—Mashirao Ojiro. Encantado. —Su presentación, concisa, sirvió también para informar a Denki del carácter tranquilo y silencioso de Ojiro, tan diferente del suyo propio.

—Denki Kaminari. —Denki la había estrechado cortésmente la mano con una pizca de curiosidad. El chico tenía fuerza en la mano, pero no se excedía en el movimiento, como sí había hecho Mineta cuando se habían presentado—. Igualmente.

Justo en ese momento, Ojiro había sonreído. Una sonrisa sincera y amplia que alzaba las comisuras de sus labios hacia arriba. Sin embargo a Denki le llamó más la atención que obligaba a sus ojos a achicarse en una fina línea y le hacía un par de arrugas casi invisibles que hacían su rostro muy armonioso. Ojiro era capaz de sonreír con todo su rostro, no sólo con la boca. Una sonrisa realmente bonita. Denki habría podido decidir en ese mismo momento que Ojiro le caía bien, pero el profesor Aizawa los había interrumpido al entrar en el aula y Ojiro se dado media vuelta, inclinándose hacia adelante en la silla para mirar al frente.

El otro detalle había sido su cola. Denki, que había enderezado la espalda para ponerse recto en señal de respeto al profesor, se preguntó con curiosidad por qué Ojiro se sentaba de aquella manera, pensando en lo incómodo que debía de estar. Tardó varios minutos más en percibir el movimiento de su cola bajo su pupitre. Intrigado, Denki se inclinó hacia su compañero disimuladamente, descubriendo que aquel apéndice que salía del final de la columna vertebral de Ojiro, colándose por el hueco entre el asiento y el respaldo de la silla, se movía plácidamente de izquierda a derecha.

Hipnotizado por el movimiento y preguntándose si era algo que Ojiro hacía a propósito o un reflejo muscular involuntario, Denki la estudió durante días enteros a costa de distraerse de las explicaciones de los profesores en clase. Se preguntó si el tacto de la piel que la cubría era tan aterciopelada como parecía y si Ojiro peinaría los cabellos que abundaban en la punta, siempre prolijamente ordenados. Asustado por la idea de que el chico se diese cuenta de su intensa observación, intentaba disimular cuando Ojiro se volvía en su asiento entre clase y clase para comentar con los demás compañeros el temario o los deberes de ese día.

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