𝐀 𝐭𝐫𝐚𝐯𝐞́𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐞𝐫𝐫𝐚𝐝𝐮𝐫𝐚

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Doña Martha tenía una pensión donde atendía a estudiantes mujeres. Estando a dos calles de la universidad, la fama de un muy buen trato por parte de la anfitriona y por supuesto los precios muy accesibles, lo hacían un lugar muy codiciado para el cual existía una lista de espera informal. Las chicas entraban y salían en todas épocas del año, pues se podían hospedar a la misma vez veintiocho de ellas, entre las que se graduaban y las que no lo lograban, era común que alguna nueva inquilina se presentara de un día para otro. En esta ocasión fueron Sandra y Marcela, un par de hermanas del sur del país.

Transcurridos algunos días, Marcela vagaba por la casa en sus noches de insomnio, hubo una en especial en la que escuchó a Doña Martha discutir con un hombre, lo cual le pareció extraño pues ella era viuda y se prohibían las visitas masculinas ya fuese de día o de noche.

Durante tres noches la historia fue la misma, para la cuarta no pudo con su curiosidad y se acercó a la habitación; miró a través de la cerradura, pero no pudo ver a los causantes del ruido, tal vez estaban en una parte de la habitación que no se apreciaba desde ese ángulo.

Pero se quedó entonces para aclarar el motivo de la discusión. A lo que pudo escuchar se creó la idea de que la señora se había metido en problemas de dinero, pues el hombre le pedía respetar el acuerdo que tenían. Marcela lo compartió con Sandra pero esta no le prestó importancia, dijo haber escuchado entre las demás muchachas que Doña Martha tenía a su amante y lo metía a escondidas tal como ellas hacia con sus novios. Que era una regla que se ignoraba por completo, pero todos fingían que no.

Marcela decidió ignorar las peleas que oía, pero no duraría mucho ya que una de esas noche le pareció escuchar que habían golpeado a alguien. Preocupada, bajó por la escalera y se dirigió a la habitación donde provenía el ruido. Miro por la cerradura y vio a un hombre en ropa interior sobre una mujer desnuda. El morbo la orilló a quedarse atenta en la cerradura sin perder detalle de cómo el desconocido y una de sus compañeras tenían sexo. Al desviar un poco la mirada, se dio cuenta de que Doña Martha también observaba desde un sillón que se encontraba en la esquina de la habitación.

La señora le decía a la joven

—Trata de disfrutarlo y coopera un poco más. Son muchos los meses de renta que me debes.

El hombre la golpeaba, la mordía y la trataba con violencia. Al terminar con lo suyo se levantó de la cama y antes de que la joven acabara de vestirse él volvió para clavarle un hacha en el vientre, salpicando de sangre toda la habitación, logrando exponer sus órganos los cuales se asomaban por la herida. Ella no tuvo oportunidad de gritar y cayó muerta al instante, entonces el hombre caminó hacia el cuerpo que descansaba en el piso, para darle de hachazos hasta quedar rendido. Con una sonrisa descarada y el rostro lleno de sangre se dirigió a Doña Martha y le dijo:

—Gracias, mami. Ahora quiero a la que nos ve por la cerradura.

𝐇𝐈𝐒𝐓𝐎𝐑𝐈𝐀𝐒 𝐃𝐄 𝐔𝐋𝐓𝐑𝐀𝐓𝐔𝐌𝐁𝐀 || 𝟮𝟬𝟮𝟭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora