Después de caer por aquella grieta, perdió el conocimiento. Cuando abrió los ojos la luz del sol ya solo acariciaba la copa de los árboles que desde abajo podía ver. No se movió, allí quieto evaluó su estado físico. Notó todo su cuerpo, lo cual era un alivio después de haber caído cinco metros, incluso se alegró al sentir el lacerante dolor que convertía a su pierna izquierda en el centro de su cuerpo. Se había desgarrado el muslo, tenía el cuerpo lleno de moratones y arañazos, dolor en ambos codos y un chichón del tamaño de una pelota de golf en la parte trasera de su cabeza. Aún así estaba feliz, había conseguido escapar, aunque no sabía muy bien cómo, tampoco sabía dónde se encontraba. Conservaba la navaja multiusos que le había regalado Laura, con ella rasgo su camisa e improvisó un vendaje para su herida.
Se incorporó tan lentamente que parecía que se levantaba al mismo ritmo que la luna hace que suba la marea.
Acostumbrada su vista a la oscuridad, descubrió que aquella cueva donde había caído podía ser la guarida de cualquier animal y sintió miedo. empezó a prestar atención a los sonidos y descubrió el tintineo del agua cayendo a su izquierda y por instinto allí se dirigió, temblando de frío, dolor, asustado, nervioso, arrastrando su lastrada pierna y tocando la roca desnuda con sus manos despellejadas, hasta que unos metros más allá, que le parecieron interminables, notó como una pequeña lluvia mojaba su rostro, lo limpiaba y reconfortaba en cuerpo y alma. Así encontró algo de paz en aquella oscuridad que lo devoraba. Alcanzó a tocar una pequeña cavidad natural en la roca que hacía las veces de depósito de agua. Aunque también palpó como el agua seguía su camino por una pequeña abertura en la pared, no más grande que una gatera.
Se lavó la cara, bebió, limpió sus heridas como el gato que se relame después de luchar por el cortejo de la gata y es vencido. Dejó que el sueño le venciera acompañado del tintineo de las gotas de agua al caer y su discurrir por el interior de la cueva. Aún así, de cuando en cuando, despertaba recordando el brillo de aquellos ojos rojos que con una sola mirada habían traspasado su alma.
Y llegó la luz, y amaneció un nuevo día, la aurora dibujo rosados tonos en el cielo que se colaban por entre las grietas. La luz inundó parte de la gran cueva, lo inundó a él.
Pero de pronto los vio, unos ojos brillantes en la oscuridad no violada por la luz, los mismos ojos que le amenazaron, era él y lo sabía, pero allí en la luz estaba un poco a salvo.
Desde esa oscuridad habló: No descansaré hasta encontrarte y vaciar tu cuerpo de sangre, será pronto, será esta noche,no puedes escapar, ya no.
Rápidamente se levantó y se sintió algo mareado, se concentró e intento averiguar si todo era real o imaginado, pero al fijarse bien en el otro lado de la cueva vió cuatro ataúdes, cerrados, en fila, simples, sin marcas ni adornos.
Tengo que salir de aquí, fue lo primero que pensó. No quería atravesar la oscuridad, pués se sentía en peligro en ella, así que decidió subir por la pared de la cueva hasta la grieta por donde había caído.
Aunque le dolía la pierna, se sintió tan asustado como para hacer el máximo esfuerzo por salir de allí. Comenzó la ascensión, poco a poco, con mucho cuidado, asegurándose bien donde ponía los pies y donde se agarraban sus manos, ya que sabía que un resbalón lo llevaría directo a su muerte. Sólo tenía una oportunidad, primero el pie derecho, después el izquierdo, una mano, la otra. El tiempo pasaba y el sol ascendía y cada vez quedaba menos para llegar a la cima.
Al medio día salió de la grieta y se quedó tendido en el suelo del bosque jadeando.
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Gota a Gota
RandomAcaso el amor entiende de vida o muerte. Román y Eleanor deberán luchar su propia cruzada. Algunas veces juntos y otras en solitario, a través de los tiempos.