Único

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"Levantó su cabeza y miró directo al amplio cielo azul que cubría todo en el planeta, que parecía inalcanzable, incluso si estiraba su brazo y se paraba de puntitas de pie, no llegaba a tocarlo. Miró aquella bóveda celeste y ya no la calmó como antes solía hacerlo; la tormenta en su corazón nubló sus sentidos, y de repente, la esperanza que alguna vez pudo llegar a mantener con toda la ilusión que cabía en su pequeño cuerpo, se perdió en el momento exacto en el que Dios no oyó su ruego."

En todo el tiempo que vivió junto a su madre creyó sin dudar en todo lo que ella le decía, nunca dudó en las creencias que le inculcó, puesto que en sus ojos no veía mentira alguna y de su boca salían enseñanzas y valores. Ella la amó, y amó tanto a Dios, aquel ser omnipotente que era justo con todos, que no juzgaba por apariencias y que siempre escuchaba las plegarias de todos, aquel Dios perfecto. Sin embargo, estando ahora de rodillas en una iglesia, ante la figura de Jesús crucificado, cuyos ojos solo eran cera que únicamente mostraban la buena técnica de su artista, y teniendo a dos señoras de edad sentadas a dos bancos de distancia "susurrando" todo tipo de injurias en su contra, odió a toda aquella nefasta mentira que se suponía era una "iglesia cristiana, la casa del señor, un lugar de redención".

Ella sabía perfectamente que quienes iban allí, en su mayoría, tenían al diablo danzando en sus lenguas, paseándose por sus gargantas, subiendo al cerebro e invadiendo sus pensamientos, o buscando atacar sus corazones para habitarlos y afectar sus sentimientos. Ella lo sabía perfectamente, por eso trataba de no dejarse afectar por sus maliciosos y mal intencionados comentarios.

Kim Ji Woo sabía que no era ninguna santa, pero su conciencia se mantenía tranquila, quizás ella no se salvaría de arder en las llamas del infierno, aunque tenía la ilusión de salvar el alma de su difunta madre, después de todo, era por lo único que ahora pedía. Ya no tenía importancia lo que le podía pasar, vivía únicamente con ese propósito ¿y después? ¿Qué pasaría cuando sintiera que el alma de su mamá estaba a salvo? Posiblemente reuniría toda su valentía y le pondría fin a eso llamado "vida". Pero, ¿era realmente tan fácil como la voz de su cabeza lo hacía sonar? ¿En verdad había llegado al punto de ya no importarle lo que alguna vez soñó?

Volvió a levantar la cabeza y repentinamente ya no tuvo frente a sus ojos el mismo paisaje de hace unos minutos, frente a ella ya no había ninguna escultura celestial ni ningún crucifijo, sino que yacía colgando del ventilador, con una soga bien amarrada a su cuello, la mujer cuyo útero la albergó durante nueve meses; volvió a su cuerpo de siete años, pero con su conciencia actual, y lo vivió de nuevo. Otra vez, como hace nueve años atrás, sintió sus piernas flaquear, su cuerpo se volvió tan pesado como una roca y el aire se volvió agua, en la que se hundió hasta llegar al fondo, hasta que sus rodillas se fundieron con el suelo, hasta que sus pulmones ya no funcionaron correctamente y su cerebro pareció apagarse momentáneamente. Y allí, con los ojos fijos en los de su madre, revivió su primer ataque de pánico.

La gran diferencia en ese momento era que por primera vez se centraba en ver más allá de los apagados luceros de su progenitora, no halló la tranquilizadora mirada que siempre tenía, sino tristeza, notó un casi imperceptible rastro de lágrimas, posiblemente estuvo llorando antes de acabar con su vida; sus pupilas apagadas estaban rodeadas de un color rojizo, pero eso se debía a la asfixia, sus ojos debieron solo acuarse más no derramar lágrimas, lo que confirmaría lo anterior... A ella le dolió tomar esa decisión, ella tuvo su propio juicio mental y seguramente se declaró culpable ¿Culpable de qué? ¿De no seguir viviendo a lado de un hombre violento? ¿De llevarse a su hija con ella en su huida? ¿De no realizar la denuncia porque los policías no la tomaban enserio? ¿De no pedir ayuda a sus familiares porque estos solo eran ratas ambiciosas? ¿De no poder darle la mejor infancia a su niña? ¡Oh! Tan solo un poco de alcohol y las aguas se agitan, lo que estaba quieto y calmo en el fondo se eleva y vuelve turbio todo. Los pensamientos que ella había estado ignorando salieron a flote en una noche y la atormentaron hasta acabarla.

Vio una sola mano colgando, mientras que la otra se aferraba a la soga, tratando de separarla de su cuello, como si el arrepentimiento le hubiera llegado a último momento, ella no quería morir, sin embargo y lamentablemente, la muerte ya la había envuelto en su baile, y se la llevó, entre giros que le quitaron el aire, lentos y dolorosos desplazamientos, y suaves movimientos de mano, lejos de la pequeña Chuu.

Aunque lo evitó por muchos años, se abrió a la idea del "por qué" y no fue como lo pensó antes; no se sintió culpable, no sintió la necesidad de seguirla en su baile, no la culpó ni la excusó, simplemente la comprendió un poco. Vio que la culpa era de todos y de nadie, notó como el blanco y el negro se unían y formaban grises, y sintió que una fina venda se retiraba de sus ojos ¿cuándo apareció, que ni siquiera lo notó? Luego de ese fatídico evento, Kim Ji Woo terminó de crecer en un convento, siendo conocida como "la hija de la que se condenó" "la hija de la que no apreció la vida" "la hija de la loca" ¡Oh! ¡Cuántas veces no quiso gritarles que se callaran, que esa no era la verdad! Y entonces sus labios se sellaban y en su mente aparecía la incógnita "¿Cuál es la verdad?" Se había negado durante mucho tiempo a ver más allá de los hechos y terminó siendo tan ciega que era lamentable. La barrera invisible que por obstinada había construido para protegerse terminó por lastimarla.

En un pequeño y rápido parpadeo volvió a estar de rodillas en la iglesia, lágrimas caían por sus mejillas y una extraña calma albergaba en su corazón, la cual anunciaba el fin de la tormenta en la que se había envuelto y por la que casi perece. Se levantó luego de hacer la señal de la cruz, secó las pequeñas gotas de su rostro con el dorso de su mano y se encaminó a la salida.

Al llegar afuera, respiro profundo y lo entendió. Entendió que las respuestas y la ayuda llegaban en el momento más indicado y si uno las permitía llegar. No sería fácil retomar sus ganas de vivir, pero sabía que podía pedir fuerzas, que tenía en quien confiar siempre. Aún con la vista borrosa, miró al cielo y ya no se sintió tan sola, sabiendo que Dios la oía y que su madre la protegía.

Amhelo ((Chuu centric))Donde viven las historias. Descúbrelo ahora