II: LA COMPAÑERA FANTASMA.

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EPISODIO II: LA COMPAÑERA FANTASMA.

—¡¿Que hiciste qué?!

Camila había puesto el grito en el cielo.

—¿Qué parte de "él está prohibido" no entendiste? —seguía refunfuñando.

—Ella lo estaba forzando. Debía hacer algo, es decir estaban discutiendo, yo no acostumbro ver esas cosas. (Al menos con mis padres nunca las vi... pensó).

—¡Claro! ¡Valentina la súper heroína al rescate! —exclamó Camila, haciendo grandes aspavientos—. Todos sabemos que Juliana puede ser un poco efusiva, pero no por eso nos andamos metiendo en problemas como tú. Ahora Juliana te va a tener entre ceja y ceja... —se lamentaba.

Pero a Valentina nadie le iba a quitar de la cabeza que aquello fue lo más adecuado. De hecho..., no pudo ser mejor.

—Gracias... —susurró Vadhir cuando Juliana se había ido.

Valentina no consideró educado preguntarle qué había pasado.

—No fue nada... ¿pero estas bien? —preguntó.

El asintió levemente, un poco apenado.

—Te llamas Valentina, ¿cierto?

Ella asintió. ¡Había recordado su nombre! Este chico era increíble.

—Eres realmente amable —le sonrió él—. Seamos amigos. ¿Qué me dices?

Le extendió la mano. Valentina no dudó para estrechársela. A diferencia de Juliana, sus manos eran cálidas.

—De acuerdo, Vadhir —le devolvió la sonrisa.

A él no pareció sorprenderle que ella supiera su nombre. Tal vez pensaba que por ser popular todos lo conocían.

De repente él le sacó el móvil del bolsillo. Sorprendiendo a Valentina por el rápido movimiento, no era tan tímido y reservado como ella creyó y con total confianza, como si el teléfono fuera suyo, tecleó un número de celular. Luego se lo devolvió con una sonrisa de revista...

— Cuando dije que seriamos amigos lo dije enserio ok, te apunte mi teléfono, así que... llámame alguna vez, , espero tu llamada ¿sí? —se dispuso a irse.

Y  Valentina solo había atinado a asentir con la cabeza como una idiota.

El resto del día transcurrió sin mayores altercados. Todo lo contrario, a veces Vadhir se giraba en su asiento delantero y le dedicaba una sonrisa... y ella no podía evitar devolvérsela, sonriendo también como la mayor de las enamoradas. Hasta que miraba a su izquierda, veía la cara de advertencia de Camila y todo el encanto se iba.

Cuando se dirigió a casa cerca de las seis de la tarde, la encontró deshabitada.

—Lucia, ya llegué —dijo al ingresar. Nadie le respondió.

Se encogió de hombros, dirigiéndose a su habitación.

Luego de un refrescante baño, se dispuso a estudiar. Ya no le sorprendió que la compañera fantasma (así la llamaba en su fuero interno) no estuviera. De hecho, podía tener más privacidad.

Después de dos horas, más o menos, alguien tocó su puerta. Se levantó del escritorio y fue a abrir. Era ella la mujer que le estaba dando un lugar donde vivir.

— Valentina, ya estás aquí —dijo Lucia—. Adivina quién me llamó para pedirme un favor.

A la joven no le fue difícil deducir quién. Alguien que tenía que ver con ella y con Lucia...

La Balada de la CasanovaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora