Prólogo

5 0 0
                                    

Había pasado un año desde que había llegado a Millage. Bueno, un año y un mes. Estaba asentada en Lafferterre, y de vez en cuándo viajaba a Alfanaria u otros reinos cercanos. Pero llevaba cinco meses en Lafferterre, haciendo su vida. De vez en cuándo es rubia cartas a Peter, a Miller, o a Stephan o Ilhan. Cartas que jamás enviaba. Solo las escribía y las guardaba en un cajón de su casa. Tenía dos casas. Una privada y elegante por dentro y por fuera y... En la que vivía. Se había acostumbrado a vivir siempre en los barrios pobres, además llamaban poco la atención, por lo que ningún curioso se acercaba a mirar. Sin embargo, cómo era de esperarse de ella, la casa estaba perfectamente adornada y decorada elegantemente con costosas cosas. Pero, ¿Por qué vivir ahí cuándo había comenzado su nueva vida, y tenía una casa mucho mejor? Bueno, como la casa no llamaba mucho la atención, le gustaba para sus actividades, aunque la principal razón, era que el rumor de la asesina de Luviock había llegado incluso hasta el reino de Lafferterre. Esta alarmante situación se había tornado vagamente peligrosa después de recordar su trato con Daemon.

Respecto a su pequeño problema con Stephan, se había terminado. No tenía noticias de él porque él no sabía a dónde enviar las cartas.

Cuándo había llegado a Lafferterre, había llegado prácticamente perdida, pero, ¿De dónde sacaba el dinero como para poder comprar las dos propiedades que poseía? Bueno era bastante simple.

Al principio, cuándo su nombre no era tan conocido ahí, había estado viviendo en una posada, trabajando en restaurantes o pequeños puestos de comida.

Al menos hasta que alguien había comenzado a cortejarla... O algo parecido.

Su nombre era Kellan Arns. En realidad no era precisamente su pareja. Ninguno estaba en busca de nada serio. Aunque él le había dado una mejor vida. Una en la que no le había sido necesario matar. Se reunían de vez en cuándo por las noches, o por las mañanas— pocas veces por la tarde debido al trabajo que él ejercía—, solo para pasar el rato. A veces no le gustaba, pero él le daba regalos como si realmente fueran algo.

Pero solían pasar tiempo como amigos también. Era algo que tenían de vez en cuándo.

Pero, tras una gran pelea, se habían distanciado, ¿Por qué se había dado semejante conflicto? Bastante simple, él se había enterado de que ella era una asesina. Se distanciaron tremendamente y ahora... Ahora ella había vuelto a trabajar matando gente. Había bastantes lugares en los que podía cerrar tratos y arreglar acuerdos. Había bastantes de hecho.

Aunque, definitivamente las personas que más la buscaban, eran hombres importantes. Hombres que necesitaban eliminar a más personas para conseguir lo que deseaban. Dinero, puestos, fama. Era todo lo que deseaban... Para venganzas... Solían pagarle para torturarlos. Pero, si tenía que elegir su parte favorita de su trabajo, bueno, definitivamente sería colarse en fiestas. Era divertido. Pero los venenos seguían dándole problemas.

Recordaba bien una vez en la que había visto a Stephan rondando por el centro del reino. Ella estaba vestida con un lindo vestido rojo, estaba colgada del brazo de Kellan, caminando en una de sus citas terminadas en su casa, y entonces, unos ojos azules y un cabello oscuro se habían cruzado en su camino. Confundidos, apurados. Mirando hacía todas partes en busca de una muchacha rubia aunque ella no lo sabía. Había tenido media intención de acercarse, hasta que Kellan la había detenido con fuerza por el brazo al descubrirla mirando a Stephan.

Podía decir que le gustaba su vida. Matar no siempre era algo que fuera de su agrado, o que le provocara placer. Pero cuándo necesitaba desahogarse, era algo completamente funcional y eficiente.

Era una vida buena. Llena de lujos y bastante cómoda, con el precio de asesinar. Era solo dinero manchado con sangre que a ella le gustaba limpiar con palabras. Nunca tenía nada de culpa en su conciencia. Solo había dos cosas que la perseguían día y noche a todos lados. Que de vez en cuándo le quitaban el sueño; los Detectores que había asesinado. Aunque, lo único capaz de sacarle lágrimas hasta dejarla seca, era Nael Desmond aún. Su recuerdo dolía cada vez que recordaba su muerte. Pero a pesar de llorar, ella podía sonreír cuándo recordaba los buenos momentos que pasaba con él.

Estaba feliz con su nueva vida aunque a veces deseaba recuperar algunas cosas de la vida anterior.

Pero, podía vivir con eso. Porque en mucho tiempo, ella por fin podía saborear el dulce sabor y el bello aroma de la libertad. Podía saborear el pasear por un lugar y otro sin estar vigilada. Sin preocuparse de guardias buscándola y persiguiendola. Sin preocuparse de saber si venía otra prueba, o si sobreviviría a ella. Sin preocuparse cuánto le debía a Lothar, o que misión debía hacer. Lo único que la hacía esclava, era asesinar.

Pero Aeryn Novak... Aeryn Novak era feliz.

El Brazalete De Millage [ATLM#3]Where stories live. Discover now