CAPÍTULO 1.

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Daniel lo tenía preparado desde el primer momento. Tomaría supresores que ocultaran su olor y no dejarán que su celo lo interrumpiera. Su madre se había visto incómoda con este plan, asustada por lo que pudiera causar, porque sabía que Daniel quería hacer algo. Demostrar algo. Pero ella lo aceptó, porque mejor que nadie, sabía lo complicado que era ser omega y si Daniel quería ocultar eso, lo apoyaría. Todo, pero si su salud se ponía en riesgo, ella misma se encargaría de quitarle los supresores.

Lucille estaba demasiado contenta por California, le daba un aire esperanzador. Una nueva oportunidad. Donde pudiera comenzar desde cero junto a un trabajo que le prometía ser grandioso.

Daniel se pasó la mayor parte del viaje anotando los horarios de su medicamento, luego otro tanto mirando por la ventana. Pero tenía una molestia en su interior, temiendo que las cosas no resultaran bien, como se suponía que debían ir.

Cuando el auto se estacionó, Lucille comentó con alegría el nuevo comienzo que tendrían, sin embargo, Daniel seguía algo incómodo con todo. Sujeto con fuerza su maleta y su bicicleta, lanzando una patada hacia la puerta. Soltó un jadeo al notar que alguien se había quejado.

—¡Lo siento! —se apresuró a decir.

Un chico algo esbelto lo miró con ojos castaños.

—No te preocupes, es solo. ¿Eso fue karate? Por cierto soy Freddy Fernández, tú debes ser el nuevo. ¿Cómo te llamas?

—Daniel LaRusso. —comentó, ignorando la primera pregunta, que sonó demasiado entusiasta en la voz del chico.

Freddy parecía hablar demasiado, incluso más que él, preguntado un montón de cosas que no deseaba responder. Entonces lo notó, Freddy, quién era un alfa, no olió nada en él. Vio a un simple beta. Ante eso el interior de Daniel sintió un tirón de felicidad, orgulloso de sí mismo.

No tardaron demasiado en llegar a su departamento, siendo seguido quizás por el chico demasiado entusiasmado.

—Tendremos una fiesta en la playa, despidiendo el verano, ¿No quieres venir? ¡Será increíble!

Daniel sonrió, porque no solían invitarlo con demasiada frecuencia a las fiestas que habían en su antiguo hogar. En algún punto, nadie quiso nunca más estar cerca de él y sus problemas. Solo que, la invitación estaba, sus ganas también pero eso no significaba tener el permiso de su madre, ambos habían realizado planes para la llegada a ese lugar, que aún causaba discuto en Daniel, pero que podría tolerar por tener un nuevo comienzo. La sonrisa de Lucille fue la prueba suficiente para poder ir a su primera fiesta allí —podía aspirar a tener otras tantas—, llevó una muda de ropa, una para pasar junto al caluroso costado de la costa y otra para cuando la noche cayera. Salió de casa, no sin antes tomar una siguiente dosis de supresores. Con la promesa de no quedarse demasiado tarde, mañana tendría su primer día de clases, y antes que nada, con supresores o no, seguía siendo un omega, por lo que debía saber cuidarse de la oscuridad.

Luego de mucho tiempo, Daniel sintió emoción por la simple compañía y atención que estaba recibiendo, no quería admitirlo, pero desde ese punto, las cosas parecían fáciles. Si hubiese demostrado que era un omega, al primer instante, sabía que las miradas que estaba recibiendo cambiarían a tonos lascivos, siendo acorralado para elegir una buena pareja. Una parte de él se sintió destrozada, durante muchos años, esa parte fue consumida por un montón de grietas. No era su culpa querer aspirar a más, manejar la certeza de que él mismo podía darle valor a su familia, sin la necesidad de tener a un alfa de por medio.

Sintió un apretón en su hombro, que lo hizo dar un salto, para finalizar con una sonrisa burlona. Se había quedado pensando en medio del partido improvisado que habían armado con el resto de los muchachos. Corrió tras el balón, sintiendo la arena entre medio de los dedos de sus pies, no podía describir lo bien que se sentía estar haciendo algo tan simple como eso.

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⏰ Última actualización: Apr 01, 2021 ⏰

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