Capítulo I - Ella

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[Novena Sinfonía, Tercer movimiento - Ludwig Van Beethoven]

Entre las calles de Viena, entre los teatros y entre los bares, uno nunca pensaría encontrar a alguien tan importante, ¿verdad?

El olor de putrefacción por la poca higiene del sector y el aroma del ambiente, que más que aire parece que respiras alcohol gaseoso, simplemente ocultan a personas sin hogar, personas que pueden estar buscando comida, agua, un techo bajo el cual dormir. Dentro de aquellas calles reside gente pobre, sin casa, sin dinero, sin nada. Y aun así, la gente adinerada se vale de aquellos pasajes para su entretenimiento, junto al sector de los plebeyos, los nobles construyeron sus atractivos, como teatros, por ejemplo. El teatro más famoso de este sector, Burgtheater, presentaba casi constantemente las obras de un reconocido compositor, Ludwig van Beethoven, y yo las disfrutaba también. En estos últimos meses, mi deseo de independizarme ha crecido, y gracias a mis padres casi lo he logrado por completo, pues ellos me dieron cierta libertad. Así es como un joven Jack Müller pasaba por aquellos callejones aledaños a aquel teatro, casi al anochecer, en una tarde oscura y fría. El sol caía, y mientras lo hacía, la orquesta empezaba a sonar cada vez más y más fuerte. Es increíble que varios años después, un solo músico logró mantener su herencia viva, incluso sin estar él presente, pues ya han pasado 42 años desde su muerte. Y entre aquella suma de olores (alcohol y suciedad juntos), sonidos provenientes de la orquesta y un atardecer color naranja azulado, la encontré.

Cruzando la calle, cerca de la entrada lateral del teatro, encontré a una joven muchacha, dormida encima de un montón de madera y tablones rotos, casi seguramente eran cajas inservibles, y ella descansaba encima de aquel madero. En realidad era un día extremadamente frío, y ella no llevaba una manta siquiera. De hecho, su ropa estaba rota, llevaba un zapato en su pie izquierdo, y en su derecho una media era lo único que la separaba del suelo. Parecía tener marcas de golpes, moretones y ojeras. Seguramente estaba en peligro, así que no dude en ayudarla.

Lentamente, la desperté, pero su reacción no fue la mejor al principio.

¿¡Qué es lo que quieres!? ¡Largo de aquí!

Hey, esta bien, solo quiero ayudarte, por favor. Ven conmigo, te llevaré...

No quiero ir a ningún lado, no después de lo que sucedió con Erika.

¿Erika? ¿Quién es ella?

Estoy seguro que la conoces, eres otro de sus "guardaespaldas bonachones", bien chico bonito, ¡SAL DE MI VISTA!

No, no, de verdad no. No conozco nada de ti, solo quiero ayudarte. Por favor, dime tu nombre, nada más eso quiero saber.

¡Oh! Lo siento, de verdad no me conoces, ni a Erika.- dijo aquella joven, antes de que su mirada triste cayera lentamente sobre la montaña de cajas de madera rotas.- ¿Qué es lo que quieres de mi?

Solo quiero ayudarte.- Lentamente, empecé a acercarme a ella, quería acariciarla, abrazarla y decirle que todo iba a estar bien.

Bien. Para empezar, no tengo nombre.- murmuró casi entre dientes.- Sabes, Erika siempre manda a sus siervos voluntarios a hacernos sufrir, nos llaman inútiles, insignificantes, abandonados, raza sucia, innombrables. Como quiera que sea, ella nunca piensa en los sentimientos de los demás.- Cada vez se sentía peor, y no era para menos, pues para alguien que sufría abusos no es fácil sacar una sonrisa.

¡Dios mío, estás realmente en peligro!- Intenté cambiar el tema, llevándolo a algo peor.- Solo mira, necesitas ropa, y alimento, ven conmigo.

¡No! Ahh, y gracias por recordarme lo de mi ropa. ¡No es fácil conseguirla cuando no tienes malditos padres ricachones que pueden gastar su dinero en comprar a todos los orfanatos de esta ciudad y del mundo entero!

Para Elisa (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora