Mi joven asistente

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—Necesito hablar con Terry ¡Comunícame con él! — ordeno la joven del otro lado de la línea.

Puse los ojos en blanco al escuchar el tono tan demandante de aquella mujer. Podía imaginarme su aspecto, ya que no era para nada difícil. Terrence Grandchester, tenía un tipo de mujer.

Esa, era rubia, alta con espectaculares piernas delgadas y muy torneadas, aquellas que lograban mostrarse con una falda muy corta, misma que tenía una abertura lateral. Aquella mujer debía poseer esas curvas, que tanto excitaban y enloquecían a los hombres, maquillaje perfecto sobre un rostro perfecto, labios carnosos, pómulos altos, ojos verdes o azules. Probablemente aquella mujer, me llamaba desde un celular que costaba más que mi sueldo mensual.

Era frustrante que aquello perjudicara siempre mi estado de ánimo como una nube personal que me seguía a todas partes durante el resto del día. No estaba segura de que era lo que me molestaba más: sí que estas mujeres aparentemente independientes permitieran que un hombre las manipulara a su antojo y que una vez que obtenía lo que tanto quería las desechara. O la segunda, que ellas tengan todo lo que yo nunca tendré.

Ni siquiera quería este trabajo. Pero, ir a la universidad con una beca que apenas y cubre la mitad de la matricula, no es para nada barato. Además de la matricula, necesitaba libros, tenía gastos de laboratorio, de aparcamiento y necesitaba muy desesperadamente un nuevo portátil, ya que el que tenia se sobrecalentaba muy rápido cada vez que lo encendía y no me duraba ni una hora y este se apagaba. La semana anterior debía entregar un trabajo y mi ordenador se estropeo, justo cuando estaba por concluir el trabajo, lo peor fue que ni siquiera me dio tiempo de guardar el documento, a consecuencia de ello, tuve que pasarme toda la clase volviendo a hacer todo el trabajo. Si no conseguía un ordenador nuevo pronto, corría el riesgo de no graduarme nunca y todo mi trabajo sería para nada.

Además de esto, tenía otros gastos. Mi madre no podía ayudarme, ya que mi hermano pequeño Anthony, padecía un problema metabólico y por ende necesitaba de un tratamiento medico especial, por ello mi madre, estaba muy justa de dinero.

—>>Si, tan solo mi padre no nos hubiera abandonado<< —pensé con melancolía—, hasta que aquella voz chillona, me saco de mis pensamientos

—Sé que solo estas evitando comunicarme con él. Es la cuarta vez que llamo y me lo niegas.

—Discúlpeme señorita, pero el señor Grandchester ha recibido cada uno de sus mensajes—dije conteniendo un gran suspiro. — En realidad, dudo de que alguna vez, él viera alguno de sus mensajes. De hecho, era muy

probable que jamás viera los mensajes de todas esas mujeres superficiales. Mis instrucciones, eran pasárselos a Annie, y pude verla en más de una ocasión tirarlos a la basura. Colgué antes de que aquella mujer odiosa, pudiera decir algo más. Intentaba razonar con ellas, u ofrecerles consolación, pero enseguida supe, que ellas no querían la lastima de una pobre asistente, que se la pasaba sentada día y noche afuera de la oficina de Terrence Grandchester, el seductor nato, que usaba y desechaba a las mujeres, aquel apuesto y millonario empresario.

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