Prólogo.

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No podía mirarlo. No, si que podía, pero no quería. No quería advertir que no había solución.

-Al parecer ya lo decidiste. -pudo decir al fin, con toda la seguridad que podía demostrar una mujer tan firme como ella.

-Si, no es algo que me haya tomado a ligera. Te lo aseguro, es lo mejor para los dos.

Su voz áspera le retumbaba en todas partes, pensó en no contestarle, por unos segundos pensó en hacerle caso al cansancio de sus hombros, a la angustia y decepción que crecía en su pecho, que segundo a segundo avanzaba más rápidamente a su garganta, y amenazaba llover en sus ojos.

-Seguramente tengas razón. Es lo mejor. Es increíblemente sensato que mi marido. -se cortó, sabía que debía corregirse. -que mi prometido, decida que no quiere estar conmigo.

-No seas tan dramática Alex, es solo cues. -Su risa lo interrumpió, parecía que nunca iba a dejar de sorprenderlo, tal vez ahora que no iban a estar juntos. No terminaba de decidirse si era por suerte, o por una lamentable ironía.

-Que no sea dramática. No sé como pude olvidarme de lo cómico que resultas ser en los momentos menos oportunos. -Hizo una pausa para respirar profundo, y sin querer dejo escapar un suspiro, no de agotamiento, no de furia, sino que de total angustia. -Seguramente tengas razón, es mejor que me hayas dejado ahora a pesar de lo que estoy pasando. Es mejor que todas estas pérdidas aparezcan juntas, de un solo golpe.

-Ale.

-Porfavor Yefferson, no me llames así.

-Alexis, no podemos seguir, ya no somos los mismos, nos estamos transformando en lo que juramos nunca ser. -Se paró de la cama y con pasos cautelosos se acercó. Mientras continuaba diciendo, lo que para Alexis parecía, un monólogo por lo más ensayado. -Estamos perdiendo nuestra chispa. Apenas puedo verte, ya no sos la mujer de la que me enamoré: romántica, detallista. Cuidamos a tus hermanos como si fueran nuestros, y bien sabes que nunca quise hijos, esto no es lo que quiero para mi vida. Lamento ser cruel, pero tenes que entenderlo.

Ella solo quería desaparecer unos minutos, encontrar sosiego en la idea de que todo aquello era un mal chiste, pero era coherente, sabia que tenía que enfrentar esta situación.

Se sorprendió al ver que ella ya no tenía el ceño fruncido, en realidad lucia realmente en paz, él estaba perplejo, si en verdad lo amaba, no podría estar en paz, la estaba dejando y le dolía, como le dolía. La vio caminar por la habitación, tomar un portarretrato donde estaban juntos, y se sentarse por primera vez en la cama.

El la acompañó.

-Yefferson, te entendí desde el principio, te abracé después de cada discusión, acepté que no quisieras hijos porque no veía una vida sin vos, y vos no veías una vida con ellos. Te entendí hasta cuando no te entendías, pero ahora no me pidas eso, no tenes derecho de exigírmelo. No quiero entenderte, puedo, pero no quiero porque ¿quién me entiende a mí? - continuó hablando con todo impasible, pero dejó de verlo para retirar la foto del portarretrato. -Hace exactamente 4 meses mi mamá murió. - reposo la foto en su mano, y solo la contempló, hablar de ella aún le hacía temblar. - Y me hice cargo de todos, de mi padre, de mis abuelos y de mis hermanos, creía que tu podías aceptarlo, aceptar que no solo tengo responsabilidades con ellos, sino conmigo misma, los necesitaba casi tanto cuanto ellos a mí. Si, te descuide, porque cuando estaba con vos, solo quería paz, silencio. En estos 4 meses, no comí ni un solo día en mi casa. Limpié mocos, escuché lloros, abracé hasta que mis brazos se quedaran dormidos. Pero a la noche cuando llegaba y no podía más, tu estabas en la cama durmiendo y yo sabía que cuando me despertara a la mañana siguiente ibas a estar abrazándome.

Le tendió la foto, y le sonrió.

-Al menos tu si me tenías. -Dijo Yefferson, porque sentía que debía defenderse, no todo era así, el solo quería sentir que era importante para ella, imprescindible. Ella dejó de sonreír.

-Nunca te tuve. Tenía a tu madre, a tu hermano ¿A vos? - Negó con la cabeza por mientras que se paraba y le agarraba la mano. Con la mano libre le tendió una de las maletas que el había armado antes que ella llegara, cuando el la sostuvo, tomó la que quedaba ella misma.

Tomándole la mano lo guio, salieron de la habitación, pasaron por el corredor, la sala y llegaron finalmente a la puerta. Ella le abrió con melancolía, saboreando el agrio sabor de un para siempre, que duró (aunque doliera admitirlo) más de lo que tendría que haber durado. El miró el interior de la casa y se sorprendió de no sentirla como hogar, pero sabía qué hace mucho tiempo su hogar era donde estuviera Alexis, aunque últimamente ella no estuviera en ningún lugar.

-Bueno Ye, creo que eso es todo ¿algo más que agregar? -Anhelaba tanto que dijera que solo había sido un ataque de cobardía, que la amaba, que los sucesos lo habían superado. Esto se sentía tan frívolo, tan lejano de lo que ellos eran en realidad.

-No, creo que esto es todo. -Estaba en una lucha interna, si retrocedía, puede que ella lo aceptará. Pero la veía tan cansada, tan vacía, no lo necesitaba en ese momento, se necesitaba a si misma. Tal vez, en un futuro, no tan lejano lo volviera a aceptar a su lado.

-Yo quiero decir que te amé y te amo demasiado, gracias por estos años, de verdad. -Y de repente lo abrazó tirando la maleta al piso, al principio el estaba tenso por la sorpresa, pero solo medio segundo hasta que él la emito.

-Yo también Ale, yo también. -Esto si sentía como ellos.

Se separaron con una sonrisa desastrosa, que solo revelaba como su historia fue increíble. Ella lo vio irse en su anticuado auto. Para ella, a esa relación no le quedaba ni una gota de esperanza. Para el, esa despedida era una promesa que todo iba a volver a ser, algún día, como esa mañana fría de otoño.

Así terminó todo, pero ¿Cómo comenzó?

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