Cadena

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El juicio comenzó con el acusado paseando a sus anchas por la sala como si de un palacio se tratase. Y su tranquilidad no se perturbó cuando una a una, las cuatro víctimas de 8, 10, 19 y 22 años pasaron al estrado para dar sus escabrosas declaraciones sobre acoso sexual y pedofilia.
Una a una volvieron a sentarse tomadas de las manos, llorando de impotencia ante un jurado comprado con un solo bolsillo del abusador.

Al terminar el juicio y con la declaración de inocencia, una de las hermanas se levantó, tomó el arma de un policía y disparó hacia el acusado ante la mirada atónita de los presentes.
El fogonazo le rajó el muslo y cortó una arteria, por lo que ni los médicos pudieron evitar que muriera en pocos segundos.

Un fiscal que estaba presenciando el caso, se dio a la tarea de pedir declaraciones a los presentes mientras aún estuvieran en el lugar con la escena del crimen intacta. Pudo ser mucho más engorroso debido a la cantidad de personas que había en la sala de juicio, pero la primera declaración lo guió directo al siguiente eslabón de una cadena perfecta de sucesos, sin dejar de sorprenderse por la honestidad de los interrogados:

"Fue mi culpa" dijo Camila, de 22 años, la mayor del grupo de víctimas. "Ella estaba teniendo una crisis nerviosa, y me lo dijo, me dijo que iba a matarlo. Apenas vi que se estaba moviendo al borde de la banca supe que lo iba a hacer. Pude tirarla de la mano, hablarle, agarrarla, soy más grande que ella, podía forzarla...ese rato que se movió tuve tiempo de sobra, pero no hice nada...no quise hacer nada."

"Fue mi culpa" dijo Adrian, oficial dueño del arma. "La chica estaba nerviosa, miraba mi arma, las de mis compañeros, buscaba que alguien se distrajera para tener con que matarlo... Yo me di cuenta, y la ayudé. Fingí que se me había desabrochado la pistolera, dejé el arma en la mesa y sabía que la iba a agarrar... Diría que no sé porqué lo hice, pero estaría mintiendo..."

"Fue mi culpa" dijo Darío, guarda de la valla que protege a los testigos. "La vi venir con el arma pegada a la pierna, supe a qué iba. Nadie mas la veía, así que le quité la traba a la valla y la abrí lo más lento que pude, y juraría que ella me vio hacerlo, pero pasó la puerta y siguió directo. Soy cómplice y...que quiere que le diga? La verdad no me arrepiento..."

"Fue mi culpa" dijo Elena. "Llevo muchos años como médica de urgencias, y por eso sé perfectamente que con la presión correcta en el torniquete el sangrado habría disminuido lo suficiente para salvarle la vida. Yo...yo ya le salvé la vida a varios ladrones y asesinos, es parte de mi trabajo. Pero cuando vi a los policías correr hacia la chica siendo mayor de edad, supe lo que iba a ser su vida a partir de ahora...pasó de un infierno a otro y no podía dejar que fuera en vano. Aflojé el torniquete a propósito, él murió por mi mano, no por la suya."

"Fue mi culpa" dijo Nancy "Yo disparé y sabe qué? No me arrepiento. Vi a su abogado hablando con los jueces, sabía que ese hijo de puta iba a salir y nosotras qué? Y las otras nenas que podría haber atacado qué?? Apenas se sentó en el estrado empecé a pensar cómo matarlo, estuve las dos horas planeando cuándo levantarme para que no me vieran, qué policías estaban armados, como pasar la valla...todo. Tuve mi chance y la usé, no me importa ir a la cárcel, no me importa nada! Yo estoy tranquila sabe? TRANQUILA, llevo toda mi vida sin saber lo que es estar tranquila."

- Nancy, le dijiste a alguien lo que ibas a hacer? Alguien te ayudó con esto?

La chica se limpió las lágrimas y se reclinó en la silla de la salita del juez que el fiscal había tomado como sala de interrogatorios. Respiró profundo y miró al fiscal directo a los ojos con todo su lenguaje corporal delatando la mentira.

"No, no le dije a nadie...y nadie me ayudó."

El fiscal Altamira terminó las declaraciones, y volvió a su casa pensando en lo poderosas que pueden ser las pequeñas acciones en una serie de eventos.

El informe final de esa noche diría que la joven tuvo un shock nervioso que devino en emoción violenta, sin posibilidad de premeditación ni planeación del crimen. Se levantó rápidamente de la banca sin dar aviso ni que nadie pudiera advertirla, arrebató el arma del policía en un momento inadvertido para el mismo, abrió la vaya de testigos por su cuenta, y avanzó efectuando el disparo a pocos metros del acusado sin que nadie la detuviera. Los médicos hicieron su trabajo apropiadamente pero el sangrado fue masivo y la muerte, inevitable.

Y ese fue el último eslabón de la cadena.

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