❀ T r e s ❀

290 39 78
                                    

Mamaaa, oooh~. Didn't mean to make you cry, if I'm not back again this time tomorrow, carry on, carry on as if nothing really matters.

Cuando Jean pone el primer pie en el apartamento, no se extraña —para nada— de encontrarse a Eren cantando a todo pulmón mientras pasa la aspiradora por debajo de la mesa de centro del salón, con el cabello hecho un desastre y un pantalón como prenda única en el cuerpo, hermoso y salvaje como siempre; había escuchado la voz de Freddie Mercury desde la entrada del edificio. La escena es refrescante, pero incorrecta.

—¿Quieres que nos denuncien los vecinos por contaminación acústica, Eren? —le gruñe, agachándose, mientras sujeta todas las bolsas de los víveres recién comprados en una de sus manos para, con la otra, acariciar a la alborotada Cleopatra. Esta, con la algarabía que la caracteriza, había ido a recibirlo—. ¿Y qué haces así?

Ante sus palabras, el chico arruga la nariz y apaga la aspiradora de un pisotón, cruzando los brazos sobre su pecho desnudo y volteándose a verlo, evidentemente enfurruñado.

—Siempre me toca limpiar a mí, de alguna manera tendré que hacerlo más soportable —replica, ignorando deliberadamente su última pregunta—. ¿Por qué no compro yo las cosas?

—Ay, no sé, déjame pensar... —dice él, poniéndose de pie y fingiendo hacerlo al tiempo que se acaricia la barba—. ¿Porque compras las lechugas marchitas, tal vez? ¿Y los tomates duros?

—¡Te dije que no volvería a ocurrir! —se justifica Eren, exaltándose, con la molestia destellando en el profundo bosque que son sus ojos.

—Ya. Eso me dijiste esa vez y entonces trajiste la carne que más grasa tenía —le recuerda Jean, mirándolo con una clara expresión de regaño mientras rememora los malabares que tuvo que hacer en la cocina para poder comer decentemente aquellos días.

Ante la verdad de sus palabras, su novio se limita a encogerse, en señal de berrinche, y formar un puchero; uno que lo hace ver muy lindo en realidad.

—Dame otra oportunidad —suplica después, acercándose a él con el cuidado de no pisar a Luna en el camino—. A la tercera es la vencida, ¿va? —le dice, echándole los brazos al cuello para besarlo y derribar cada una de sus defensas con tan simple gesto.

Jean murmura apenas un «mmm» y corresponde al beso, caminando a pasos torpes hacia a la cocina y sin la fuerza de voluntad necesaria para tomar distancia de aquella boca que lo ha deleitado desde siempre.

—Pero déjame llegar —masculla contra esta, intentando librarse de los calurosos brazos que no le dejan avanzar.

—Owww —lloriquea lastimeramente el chico, separándose para ayudarlo con las bolsas. Jean lo agradece, aunque en el fondo ama cuando este se le agarra como garrapata.

Tras acomodar la compra en la encimera, nota la silenciosa insistencia del otro por un poco de atención y, dándosela, se voltea y lo atrae hacia su cuerpo, juntando sus labios con necesidad y cariño. Infantilmente —y dejando de lado la vergüenza que le provocaba hacer eso años atrás—, Eren se impulsa un poco y salta, enroscando las piernas en su cintura y sosteniéndose de su cuello.

—Pesas —murmura él, agarrándolo por las caderas y conteniéndose para no tocar otra cosa.

—Pero no me bajas —señala su novio con obviedad, dejándole un beso que lo llena de amor en la nariz.

Ambos ríen tras ello, conociéndose mutuamente y felices de poder compartir aquellos momentos tan íntimos a diario.

Ante eso, Jean se pregunta: ¿Cómo va a dejar hacer los mandados a Eren si, cuando los hace él, es recibido de una manera tan dulce? Así no se puede.

.

.

.

Cerca ░ JeaRenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora