Capítulo 5: Detestable pero exquisita verdad

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El timbre parecía un chillido continuo e impaciente. Ai abrió los ojos, se incorporó y pegó los pies al suelo, mirando el reloj en su mesita de noche. Eran las once de la mañana, y le gustaría haber dormido las dos horas más que acostumbraba todos los días. Escuchó de nuevo el escandaloso timbre, y gruñó, exasperada.

Se fue dando zancadas, y abrió furiosa la puerta.

Quedó boquiabierta al ver como la expresión de indiferencia de Reino se volvía hacia ella para mirarla desde las escaleras.

—¿Qué...Qué haces tú aquí? —exclamó ceñuda—. Espera, ¿es por Kyoko-chan? —preguntó preocupada.

—Sí, ha atrapado un resfriado.

—Solo ha pasado un día desde que se fue a tu casa, ¿es que no la puedes cuidar? —rechistó enojada.

Reino permaneció impertérrito.

—No la puedo cuidar, ¿tienes tiempo para ir a cuidarla, señorita del cereal con leche?

Ai se puso roja, y apretó los labios para contenerse.

—Dame unos minutos —dijo, dándose vuelta.

—No tardes.

Lo ignoró, pero se fue a vestirse con rapidez, alcanzó su cartera, las llaves y su celular.

Salió afuera, y lo encontró al pie de la escalera, esperándola.

—Te seguiré con mi motocicleta —le informó con los brazos cruzados.

—Ven conmigo, me imagino que sabrás que sigues con el maleficio. No tuve tiempo para ti.

Ai entornó la mirada, y se la sostuvo a aquella mirada de supuesta indiferencia. Era obvio que no conciliaban.

Gruñó, y cuando bajó y lo siguió, se molestó aún más al ver un coupé BMW. Se guardó las ganas de contemplar maravillada ese coche y, apretando los puños, entró.

Maldito niño, malcriado —pensó.

—¿Trajiste contigo la mochila de Kyoko? —le preguntó.

—¿Qué mochila?

—¿No fuiste anteayer en la estación de policía, señorita del cereal con leche?

—Shibasawa-san para ti, bastardo—le espetó, y lo vio sonreír con sorna—. No sé de qué hablas, ¿Kyoko-chan ha perdido su mochila?

—Algo así —dijo, y puso el coche en marcha.

El silencio era incómodo y Ai sacó el aire de sus pulmones.

—Entonces, ¿a ti te gusta Kyoko-chan? —le dijo casualmente.

Observó su rostro, y vio que su mirada parecía cambiar.

—Lo hago —confesó sin miramientos.

Ai enarcó las cejas, sorprendida. Su expresión no lo delataba, solo sus ojos. El bastardo dos parecía estar enamorado de su amiga, y eso no le gustaba.

—¿Qué? ¿Es tu primer amor? —murmuró con burla—. ¿Es por eso que disfrutas acosándola como un niño que no sabe cómo llamar su atención?

Reino la miró con el rabillo del ojo, sin inmutarse.

—Eres genuinamente interesante, cereal con leche —dijo con una sonrisa maliciosa—. Sí, la acoso para tener su atención, mientras más me odie más estaré en su mente. Aunque ahora no hace falta que ponga tanto esfuerzo, sé que estoy y estaré en su mente.

De Seducción, Tentaciones, a Deseos ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora