Querido anónimo,
ayer fui a casa de Eduardo. Últimamente noto que su mirada se pierde- como si algo estuviera ocurriendo en otra dirección. Intento imaginar alguna razón que pueda explicar su comportamiento. Hemos salido con sus amigos, pero todo parece normal en esos momentos. Sólo sucede cuando estamos solos. Me deja la impresión de que evita mi mirada. Por supuesto que le he preguntado directamente, pero eso parece alejarlo más.
Como te decía, ayer fui a su casa. Solíamos platicar; él sentado en su silla frente a la computadora de escritorio de su cuarto y yo en la orilla de su cama. A veces tocaba la guitarra y entre silencios me miraba como si fuese un tesoro preciado al que la música iba dirigida. Creo que esa era mi parte favorita de escucharlo cantar. Ayer fue diferente. Sus ojos me esquivaron. Intenté hablarle, pero sus respuestas fueron cortas y no buscaban interactuar conmigo. Poco a poco dejé de insistir.
De un momento a otro cerré los ojos y me perdí en mis pensamientos. Escuché que bajó su guitarra. Con mi mirada entrecerrada pude notar su sonrisa. Pero no me estaba viendo a mí. Tomó su celular y comenzó a escribir sin parar. La luz se reflejaba en sus iris color miel. No quise preguntar quién era. Me pregunto si debí hacerlo... no quería arruinar la expresión que tanto esperaba ver. Eventualmente me quedé dormida con ese pensamiento.
No sé con precisión cuánto tiempo dormí. La verdad es que se sintió como si hubiera sido una eternidad. Fio abriendo los ojos, me estiré un poco y lo vi, sentado en el mismo lugar... aunque ahora estaba tocando lo guitarra de nuevo. Me sonrió con calma al verme despertar. Creo que eso me dio un poco de paz. Así que tomé otra silla de la habitación y la puse a su lado para sentarme. Él seguía tocando y cantando. Apoyé mi cabeza en su hombro.
Mi corazón latía lentamente y lo llenaba un sentimiento reconfortante que me decía que todo estaba en mi cabeza- que todos los problemas me los imaginé. No pude resistir voltear su rostro hacia mi dirección con mi manó en su mejilla. Hicimos contacto visual por unos segundos, y noté su indiferencia. Sentí que aquello me hacía añicos y que había perdido a alguien importante, como si quien estuviera frente mío fuese un mero desconocido. Mi indignación me controló e intenté acercarme a besarlo en un intento de recuperar la parte en su interior que aún me quería. No la encontré.
Antes de que pudiéramos tener contacto, se apartó. ¿Alguna vez has sentido un rechazo como ese? Que después sólo te miren con lástima, con palabras silenciosas que no querías imaginar... darte cuenta de que acabó la ilusión.
Dejé caer mi mano en mi regazo. Sólo pude notar cómo mi vista se nublaba. De hecho fue como si mi cuerpo quisiera evitar que viera sus ojos esa noche. No tuvo que decir nada. Yo sonreí, con la boca hacia dentro, tragándome el llanto que no debí dejar que escuchara. Me paré y pasé rápidamente mi mano sobre mis ojos para secarlos. Tomé mi bolsa que estaba en la cama y, sin querer, dejé salir un pequeño sollozo al agacharme por ella. Me la acomodé y salí del cuarto.
Antes de cerrar la puerta, me detuve un instante. Dentro de mí todavía existía la esperanza de que me detendría, que reaccionaría, que al menos me miraría... lo miré por el rabillo del ojo. Él agachó la cabeza y pasó sus manos por su rostro. Nada más. Cerré la puerta.
Desde entonces no hemos hablado y no creo que vayamos a hacerlo. Llegué a pensar en llamarlo para aclarar las cosas, ¿sabes? Pero al mismo tiempo, todo fue muy evidente...¿ no crees? Creo que fue el destino que esta mañana leí la frase "¿En serio quieres darle cierre o sólo es una excusa para contactarlo?"
No sé qué es lo que voy a hacer... ¿y tú?
atte. ,
Elena