Turquesa. [#1]

Prólogo: El final

El sonido de la lluvia era distinto.

Cuando sus pies tocaron el concreto, ella no pudo evitar quitarse la capucha que llevaba puesta casi religiosamente y mirar alrededor, a pesar de los exasperantes susurros de Eleanor a su lado, quien le decía que se cubriera.

Era un mundo gris. Los edificios eran grises con luces muertas. La lluvia caía y caía, y la gente cruzaba al otro lado de la calle como si aquello no fuese un escenario desolador, como si ya estuvieran acostumbrados a esa monotonía. Eso la hacía sentir enferma.

―Tranquilízate, Eleanor ―le dijo a la pequeña guardiana―. Este mundo es demasiado...

―Horrible, eso es lo que es ―susurró Eleanor.

Comparado con el lugar donde había crecido, era un mundo bastante feo. No podía oler el aire fresco. La lluvia parecía no caer de la misma manera, o la gente caminar de la misma forma.

La reina... No, ya no era una reina. La mujer encapuchada sonrió con algo de amargura. El bulto en sus brazos comenzó a llorar y ella frunció el ceño. Su bebé fruncía el entrecejo y la miraba con ojos delatores, como si le preguntara ¿qué hago aquí? ¿Dónde está papá? ¿Qué hiciste con mi hermana?

―Podrá ser un mundo feo, pero aquí estaremos a salvo, ¿no es así, pequeña mía?

La bebé fue apagando su llanto, como si notase una reprimenda en los ojos de su madre. Ella miró a la niña, sus ojos y su pelo centelleaban azules. Después de todo era una bebé, no sabía controlar sus emociones, mucho menos la magia; pero estaba segura de que en aquel mundo sería capaz de apagar ese nefasto color turquesa que tanto le molestaba.

―Este es el final. Ya nada malo puede pasar.

Se deshizo de la capucha en el callejón por donde mismo había aparecido y se adentró en la ciudad con la guardiana murmurando unas últimas advertencias. No le hizo caso a ninguna, sólo se repetía que allí estarían mejor y que, al fin, habían escapado.