One Shot

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Si pudiera empezar de nuevo
un millon de millas lejos de aqui
yo me mantendria igual
yo encontraria una forma.
-Jhony Cash, Hurt.

Chuuya sabía desde muy temprana edad lo cruel que podía llegar a ser el mundo. Esa lección le era constantemente repetida cuando su papá golpeaba borracho a su mamá y a él, regresando de un bar.

Su mamá le había enseñado a esconderse y abrir cerraduras con una ganzúa. La ventaja de ser pequeño es que podía tener suerte y pasar desapercibido de la vista de su padre, además de ser lo suficientemente rápido para escapar cuando su madre se lo pedía. Chuuya odiaba hacer eso último, lo hacía sentirse como un cobarde y no quería dejar a su mamá sola con su padre.

Cuando de adulto pensaba en su casa antes de los doce años,  le venía el recuerdo de su cuerpo con dolor por los moretones, el sonido suave de la voz de su madre y el olor a sangre. También la sensación fantasma de su mano cuando sostuvo el martillo que utilizó para golpear la cabeza de su padre hasta matarlo.

Sobre todo, lo que mejor recordaba era lo fácil que había sido matar. De vez en cuando pensaba en que había algo mal en él. Algo podrido. Algo que no lo hacía humano. Porque cualquier otra persona se habría sentido siquiera culpable en hacer eso.

Chuuya no tenía remordimientos en matar. Era algo sencillo para él. Eventualmente decidirá que es un monstruo, pero los monstruos no están solos. Tienden a rodearse de otros monstruos en la oscuridad. Esa es su naturaleza.
Los monstruos nunca están solos y no todos tienen garras y colmillos, a veces sólo les faltaba no sentirse humanos y tener un interior retorcido. Era suficiente.

Pero eso sería adelantarse a los hechos. Primero hay que empezar por el principio.

Unas semanas antes de su décimo segundo cumpleaños, su padre había vuelto del trabajo. Chuuya y su madre estaban en la pequeña cocina de su hogar.

Cuando su padre llegó, fue hacia el sillón y gritó por una cerveza. Su mamá le pidió que valla a su habitación mientras cumplía la encomienda de su marido.

-Voy a ir dentro de unos momentos- prometió ella- Esperame en el cuarto y te contaré una historia.

El mundo tal vez podía ser un recordatorio cruel de que la vida no podía ser como en las películas que a sus compañeros les gustaban ver. En donde los buenos ganan y los malos recibían su castigo.

Pero si había al menos una luz en su vida, esa era su madre. Hasta que se la quitaron.

No sabía cómo había pasado, solo pasó. Después de unas horas sólo se escuchaban gritos y el sonido de algo golpear el piso.

Finalmente, la curiosidad había sido demasiado grande para ignorarla y caminó hacia la sala.

Su madre estaba en el piso, muerta. Una botella de cerveza rota en el piso y la sangre de ella esparcida en el piso con una gran mancha roja en su pecho.

Lo único que se escuchaba era el ruido del televisor y los ronquidos de su padre. La decisión fue tomada cuando vio la oportunidad, demasiado tentadora para ignorarla como el canto de una sirena que atrae a los marineros hacia su muerte.

Caminó hacia la cocina. Abrió el armario donde se guardaba el martillo y al resto podrán adivinarlo.

Estaba cubierto de sangre y quería quedarse así. Pero eso iba a llamar la atención y lo último que Chuuya quería era que sus vecinos  hicieran sospechas indeseadas. Así que se ducho, se cambió la ropa, fue por una mochila y se llevó todo el dinero que había, el cual no era mucho por desgracia.

****

Chuuya tenía doce años cuando descubrió lo que era el hambre. Al menos el hambre de verdad.

Mi mente está en tauro, mi corazón está en géminis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora