3 de Sacarina || One-Shot

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Tal vez iniciaba todo de una manera tan sencilla, en una ciudad movida y ruidosa como cualquier otra, las personas yendo y viniendo con la misma impresión de una estrella fugaz: Efímeros, marchando en un particular compás que marcaba los minutos p...

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Tal vez iniciaba todo de una manera tan sencilla, en una ciudad movida y ruidosa como cualquier otra, las personas yendo y viniendo con la misma impresión de una estrella fugaz: Efímeros, marchando en un particular compás que marcaba los minutos para llegar al metro. El viento recorría las calles, colándose por las puertas de cada edificio; el frío que cruzaba esa parte del mundo, traía consigo la búsqueda del cobijo en cuerpo y espíritu.

Era lindo vivir durante un refrescante invierno, que lentamente comenzaba a transformarse en una acogedora tibieza que veía venir el regreso de la primavera. A pesar de reducirse la necesidad de abrigo, el sutil deseo de una buena taza de chocolate caliente seguía latiendo en el fondo del paladar y, así, siendo perfecta para cada mañana.

Perxitaa disfrutaba mucho de la sensación del chocolate en la mañana. Sabía lo bueno que hacía al corazón, el suave arrullo y la nostalgia que una simple taza podía ofrecer. Por eso sabía la importancia de servir un buen chocolate. Y aunque el café no le gustara mucho, invertía la misma emoción en servir uno con todo el cariño que merece una persona que enfrenta su día a día.

Puede que por ese sentimiento de brindar algo bueno para el corazón, es que estaba tan cómodo en ese Café donde trabajaba. Apenas llevaba un par de meses y el establecimiento de hecho sólo contaba con medio año de existir. Era nuevo, así que sentía una especie de responsabilidad extra al llevar en brazos algo que apenas comenzaba a ir a flote.

Le alegraba saber que le iba bien. Las personas parecían contentas de llegar y encontrar la suave tonalidad del sitio, con el ligero aroma a café y chocolate ondeando en el aire, furtivo de las máquinas detrás del mostrador. La belleza de los pasteles y biscochos se presumían en un mostrador de cristal y un vistoso letrero escrito a gis recitaba sus ofertas, las combinaciones y los aditivos especiales. Le gustaba mucho ese letrero, él mismo lo había escrito.

Era un buen local. Había muy poco personal, pero los que había eran muy amables. Sabían la importancia de ser lo que eran: Un sitio de paz, pues qué más buscaban las personas en un café como este, sino un respiro de una ciudad que vive sin descanso. El café era un oasis, uno que ofrecía tranquilidad y seguridad; en alma y en salud, tenía que decir.

También eso le gustaba: no era un café cualquiera. Aquí tenían tantas cosas saludables y amigables con el organismo que incluso él ni siquiera sabía bien todos los nombres. Estaba en labor de aprendérselo; para su suerte, la mayoría de sus clientes siempre gustaba de los menús populares. Eso le ha dado tiempo de estudiar. Si algo le dolía en el alma era equivocarse en un pedido... Nunca ha pasado, pero tampoco quería arriesgarse a que sucediera.

El suave tintineo de la campana de entrada anunció la afortunada llegada. A pesar de lo bien que iban siempre las ventas durante las tardes en el café, el día había sido especialmente lluvioso por lo que los clientes fueron escasos la mayor parte de la jornada. Sólo le quedaba una hora de servicio en caja antes de la hora de cierre; todo estaba acogedoramente tranquilo: el suave zumbido de la iluminación y las máquinas de frappé combatían con la leve música que rellenaba el vacío del establecimiento.

3 de Sacarina || A Perxiplay storie ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora