No words

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Una helada ventisca en Buenos Aires anunciaba a todos sus habitantes la llegada de un friolento invierno, y ante esto, todos la recibían alegremente luego de un extenso verano, a excepción de Milla. Para ella, se trataba de un gélido cuchillo que se introducía lenta y dolorosamente en su templado interior, obligándola a buscar refugio entre sábanas y bebidas calientes. Sin embargo, no siempre era víctima  de lo que podía causar su sensibilidad a bajas temperaturas, y pudo demostrarlo aquel día en el que Agustín entró a su vida.

— Ché Milla, ¿Querés ver alguna peli?

— ¿Cómo entraste? — su temblorosa voz se mezclaba con un notable entusiasmo por verlo.

— Tu vieja me dejó pasar.

Ella meditó por unos segundos la propuesta del chico, ahora que lo tenía enfrente suyo no podía negarse a aquello luego de haber recorrido tanto para llegar a su casa.

— Creo que no estaría mal — la rubia esbozó una sonrisa que logró contagiar al chico.

Agustín era un témpano de hielo imposible de derretir para muchos aventureros, pero por alguna razón el frío que emanaba de su exterior  no era suficiente para dañar a Milla, era un frío cálido y acogedor para ella en el que se sentía segura ante la tormenta. Milla ya sabía que la vida lo había enseñado a ser así, y eso no le molestaba, en el fondo lo admiraba por sus experiencias y su manera de aprender de ellas. 

— ¿Qué te pasa, reina? — le preguntó al verla tiritando.

— Soy sensible al frío, a pesar de que me guste.

—¿En tus tierras no estabas acostumbrada al invierno? — se acercó hasta sentarse en la punta de la suave cama de la chica.

— Para nada, con casi 1 año fuera de mi país no me acostumbro aún al cambio de estaciones.

Millaray era oriunda de un país caribeño y estos tenían tendencia a poseer temperaturas tropicales gran parte del año. Pisó suelo argentino hacía varios meses en busca de oportunidades para su educación y emprendimiento dejando toda una vida atrás. Por casualidad, conoció a Agustín en una plaza un día cualquiera. Al ser una pequeña pulga en la gran ciudad, él no tuvo problema en ayudarla esa y un par de veces más que sus miradas se encontraban en el mismo lugar.

Con el tiempo, el cariño mutuo fue creciendo y en poco tiempo los dos forjaron una relación especial. 

No eran pareja, no eran amigos. Solamente era una relación con mucho amor, cariño y protección de por medio.

— ¿Querés que te prepare algo? — con algo de preocupación el chico se aproximó un poco más hacia ella.

— Ay qué lindo Agus, pero no, no quiero abusar de tu confianza.

—Posta que no me molesta eso Milla.

—No, en serio, estoy bien así Agus, hace poco fui a hacerme algo de chocolate caliente y ya no me provoca nada.

—Vale, ¿Entonces veremos la peli o no?

Ella asintió a pesar de que seguía estremeciéndose en su rincón, y mientras se distraía buscando el control de su televisor para poner en marcha Netflix, el chico se acostó a un lado de ella y la rodeó con sus brazos sin emitir sonido alguno. Milla tampoco dijo nada, simplemente tomó el mando y posicionó su cabeza en los pectorales del rapero permitiéndose torpemente acurrucarse en él.

Ya estaban acostumbrados a tratarse de esa manera en silencio, el cual no era incómodo para ninguno, se les hacía reconfortante y agradable mantenerse así.

Pero ni Agus ni Milla se atrevían a dar el siguiente paso.

Cruz por su parte, podía sentir como nadie sin la necesidad de hacerlo saber abiertamente. Milla se mordía las uñas cada vez que conocía a gente nueva, y deseaba meter su cabeza en la tierra cual avestruz. 

Sin embargo, tampoco les molestaba su estado actual.

Mientras Milla buscaba opciones de películas entre el gran catálogo de Netflix, Agustín besaba su cabeza y masajeaba suavemente su cuero cabelludo.

El rapero notó que algo había cambiado repentinamente en su acompañante, y sin dejar de mimar su cabeza le preguntó:

— Dejaste de temblar un poco, ¿Se te ha ido pasando el frío?  

— Un poco nomás. 

Dejó que la aplicación reprodujera un par de avances para poder voltear y centrar su mirada en el rostro de Agustín. Él por su parte, admiraba de esa manera las aniñadas facciones de la rubia entre sus brazos, quien le transmitía mucha ternura con su peculiar manera de reaccionar hacia sus muestras cariñosas. 

Sentía el impulso de plantarle un pequeño beso en los labios, pues nunca había pasado de besos en su frente o coloradas mejillas; era una fantasía para el joven Román, pero no se atrevía a subir de escalón al sentirse tan cómodo de esa manera con Millaray.

Pero mientras él se detenía a pensar, Milla fue quien tomó la iniciativa, acercándose más de lo debido a su rostro y dejando que simplemente su cuerpo y sus sentidos actuaran por ella por un par de segundos.

Agustín se acercó a ella y tomó aire antes de que sus labios volvieran a rozar con los de Milla. El contacto es suave al principio, pero luego, como si necesitara más, se apoyó contra ella y la besó con ansiedad. Para él sus labios eran suaves y cálidos, y le agradaba que los rubios cabellos de su contraria le acariciaran dulcemente la cara. 

Para ambos, se trataba del efecto de un éxtasis; aquello que siempre habían deseado con locura desde su primer encuentro lo lograron, en un profundo silencio.

El beso los arrasó. Era como volver a casa, o haber nacido, o haber encontrado de pronto esa completa mitad de sí mismos que había estado perdida. Ella al ser separada un par de centímetros del rapero tembló con la necesidad de tocarlo por todas partes al mismo tiempo, y de sentirlo a él tocando su virginal cuerpo por todas partes.

Esa helada tormenta se convirtió para Millaray en una cálida y acogedora tarde, y todo gracias a la compañía de Agustín.






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⏰ Última actualización: Apr 04, 2021 ⏰

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