𝚌 𝚊 𝚙 𝚒 𝚝 𝚞 𝚕 𝚘 2

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°Traducciones al final del capítulo.°

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[ 𝚜 𝚙 𝚛 𝚒 𝚗 𝚐  𝚍 𝚊 𝚢   ]
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El de cabello rubio comenzó a leer las poesías que se les eran dedicadas, y a ver los dibujos que se le habían hecho. Apreciando cada detalle que su amigo había hecho en ellos. La forma que con el lápiz había detallado su formada cintura, sus brazos finos. Y su mandíbula.
Como había detallado sus ojos, dando brillo en ellos. En como sus labios finos habían sido dibujados. Y como la brisa que había en el dibujo hacia que sus cabellos se movieran, al igual que el pequeño tul que cubría su  cuerpo haciéndolo ver delicado.

Dejo aquellos pedazos de papel y carbón de lado. Meditando un rato lo que sus ojos habían visto.

Sus manos tomaron una de las de su mejor amigo. Sus ojos un tanto cristalizados miraron a los oscuros  pero cálidos, y marrones ojos de su contrario.

Una sonrisa apareció en sus labios, su corazón había calmado un poco su ritmo. Ahora era su garganta la que estaba haciendo de las suyas, impidiéndole poder pronunciar palabra alguna.

Solo pudo atinar a besar los labios del contrario. Sintiendo como la unión de sus belfos era correspondido.

Sus brazos rodearon el cuello de su pequeño poeta, mientras este hacia que su pequeño Ángel quedase sentado en su regazo, acariciando su espalda con suavidad. Profundizando el beso y juntando más sus cuerpos.

Vaciando cada gota de querer condesarse en aquel momento.

El momento duró un par de segundos, al momento de separarse ambos sonrieron el uno para el otro.

El mayor acaricio suavemente la mejilla de su pequeño Ángel, apreciando con brillo en sus ojos como éste acunaba levemente su cabeza en su mano, y como sus ojos se cerraron un par de segundos y como una diminuta sonrisa aparecía en aquel bello rostro.

Las horas pasaron como el viento, ambos chicos ya se encontraban casi dormidos. El barrio del peli negro estaba más que en silencio, solo podían apreciar el suave sonido que el roce entre sus manos provocaban.

Los dos chicos estaban acostados, cubiertos por una sábana blanca como la  nieve, pero cálida como el sol de primavera. 

Sus manos unidas y la cabeza del menor apoyada en el pecho de su poeta, escuchando el compás de su corazón latir. Sintiendo como la mano de su contrario, suave tal cual pétalo de rosas, acariciaba la suya y su otro brazo rodeaba con ligereza su cuerpo.

Sentía que nada podía arruinar aquel momento. El inicio de un amor cronometrado había comenzado, el destino ya había puesto sus cartas sobre la mesa.

Solo faltaba que la vida pusiera las suyas, y hacer que esta pareja floreciera.

Pero eso a aquellos dos amantes no les importaba. Vivirían cada día, cada hora, minuto y segundo como si fuera el último de su amor.

Dentro de cada uno, la flor que acariciaba los corazones con delicadeza y los protegían del crudo y feroz invierno ya había podido salir de su capullo. Era la flor y pasión de su amor, lo que haría que ambos afrontarán lo que venga.

La noche pasó, al igual que la luna fue ocultándose del sol. Al mismo tiempo que el sol aparecía y con el los bellos colores rosados, rojizos y anaranjados del cielo.

Los chicos ya habían pasado su cuarta luna, pero el ruido de una puerta sonar y la voz de la madre del peli negro llamándolos para desayunar se hizo presente. Haciendo que ambos chicos tuvieran que abrir sus ojos al sentir el tentador aroma de la comida de su mayor.

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⏰ Última actualización: May 16, 2021 ⏰

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