La Ira reflejada

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Cuando la vio lo supo. Estaba pasando de nuevo.

En un principio pensó que era por obra del pacto que ambos habían realizado. Y ciertamente era por eso. Pero se percató que cuanto más tiempo pasaba con ella, cuanto más su relación se volvía cercana, más lo sentía. Y ya era algo constante.

MC hervía de furia. Entró por la puerta principal con cara de pocos amigos, rápidamente disimulada con una sonrisa imperceptiblemente falsa cuando Beelzebub la saludó, despeinando su cabello y con su típica expresión de felicidad.

Satan lo sintió. Sintió en su propio cuerpo como un poco de la ira que ardía en ese humano tan frágil se disipó. Lo sintió como si su interior lo atravesara una brisa de viento fresco, que calmaba el fervor de su enojo. Pero solo un poco. La ira seguía ahí.

El rubio sonrió casi con dulzura. A su naturaleza demoníaca le daba cierto placer que la jovencita sintiera con tanta pasión e incandescencia la emoción con la cual el rubio se alimentaba. Daba cierta ternura, a los ojos de Satan. Y no podía negar que eso lo hiciera sentir más cercano a ella. Cada vez que sentía el cuerpo de MC corromperse por su pecado, advertía como el lazo que los unía se fortalecía. La marca en su espalda, producida por el pacto, quemaba placenteramente y se incrustaba siempre un poco más profundamente en su piel.

Pero, por favor, que no se malinterprete. A su parte más "benévola", la parte de él que se preocupaba sinceramente por MC, no le agradaba que la chica humana tuviera que pasar por tales emociones. No le agradaba en lo absoluto que su corazón se acelerara por molestias o por indignaciones. No le gustaba su cara seria, tampoco le gustaba que lo ocultara. Y lo que más le molestaba a Satan era imaginar que la causa de ese enojo, tan visible para él, era por culpa de alguien. Alguien la molestó. Alguien le gritó. Alguien la insultó. Alguien se rió de ella. Y cuando el demonio de la ira imaginaba esos posibles escenarios sobre cómo MC había sido inducida a su pecado capital, el cuarto de los siete hermanos sentía su esencia vibrar en cada fibra de su ser. No lo permitiría.

Sabía mejor que nadie que la ira te consumía, que el odio te atrapaba. Que a causa de ello alejabas a los que te querían realmente. Sabía mejor que nadie que tanta furia te volvía ciego. Y no quería eso para MC.

Pero, como dicho, hablamos de un demonio. Y es parte de su esencia comportarse como tal.

Así que, con su compadecida sonrisa aún dibujada en su rostro, Satan se dispuso a averiguar qué fue lo que molestó tanto a su humana. Cuando sus ojos se encontraron, MC ni siquiera se esforzó en fingir nuevamente una sonrisa. Era consciente que con él no hacía falta fingir. Sin embargo, no fue eso lo que la detuvo en ponerse una máscara de "¡todo está bien! ¡Soy una persona alegre!". De hecho, la sonrisa del rubio la molestó aún más. Ella sabía que él sabía. Nunca habían hablado del tema, no hacía falta. Era algo que simplemente se sabía, sin necesidad de formular palabras. Y ella también lo sentía. De una manera extraña. Una manera que no es fácil describir. Porque al igual que Satan, percibía claramente cuando la cólera se presentaba en él. Y por eso se enfadó aún más. Y Satan lo notó (y lo sintió).

MC no lo dignó siquiera de un saludo y se dirigió hacia las escaleras. Entró a su cuarto y con bastante ímpetu cerró la puerta sonoramente. Por si había quedado alguna duda, estaba enojada. Y mucho. Y el "mucho" era culpa de Satan.

"Oi, ¿qué le pasa a MC?" Mammon apareció por las escaleras con un abrigo en la mano que no parecía ser suyo.

"¿Cómo quieres que lo sepa?" Satan no iba a preguntar por el abrigo. El segundo hermano puso sus ojos en blanco y se dispuso para irse. "Bueno, habla con ella. Y si Lucifer pregunta algo sobre mí o sobre un abrigo que no encuentra, dile sólo que no me viste". A veces Satan no entendía cómo era que Mammon era su hermano mayor. Pero si en algo tenía razón era que debía hablar con MC.

La Ira Reflejada |obey meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora