Infinite Happiness

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Cuando llegué a Japón, una isla con playa y sol muy diferente a las montañas heladas en las que crecí en Canadá, lo que menos esperaba era participar en carreras de skate clandestinas.

Sin experiencia previa en el patinaje, tan solo basándome en el equilibrio y la agilidad que había ganado en una tabla de snowboard, me inicié en el mundo del skate casi por casualidad. No voy a negar que me costó mi esfuerzo, y que más de una vez tuve que ir al hospital a que me diesen puntos, pero al final le encontré el gusto a rodar sobre una tabla con cuadro ruedas.

Eso pensé. Que me gustaba patinar porque era divertido, porque me hacía volar como el snowboard lo había hecho, porque me hacía alcanzar esa velocidad imposible que me transportaba a otro mundo.

Hasta que me di cuenta de que, en realidad, me gustaba patinar porque Reki patinaba conmigo. Puede que no siempre, porque él no era mi único oponente, pero Reki siempre estaba allí, animándome, gritando mi nombre incluso aunque yo estuviese tan lejos que ni pudiese oír su voz. Cuando él no está, el skate no es tan divertido. No me hace tan feliz.

Casi temí perderle, que no volviese a patinar conmigo. Si lo hubiese hecho, si él lo hubiese dejado, lo más probable es que yo tampoco hubiese tenido motivos para continuar, así que mi pasión por el skate habría acabado de la misma forma que había empezado: con Reki.

Pero él regresó justo cuando más lo necesitaba, de la forma que más le caracterizaba: innovando, siendo único e impredecible, enfrentándose a Adam y perdiendo contra él solo por un milisegundo que, no obstante, supo a triunfo. Jamás me había sentido tan feliz por una victoria ajena, tan orgulloso y eufórico, tan motivado a repetir su hazaña.

Sin embargo, por ridículo que parezca, apenas recuerdo mi enfrentamiento con Adam. El comienzo fue normal —dentro de lo que se puede considerar «normal» cuando te enfrentas a alguien como Adam —, pero entre que entré en algo llamado «La Zona» de la que apenas recuerdo nada, y el agotamiento que me dejó el resto de la carrera, no tengo mucha memoria de aquella noche. Sí que recuerdo tomar a mi oponente de la mano y recordarle la regla más básica e importante del patinaje: hay que divertirse. A partir de ahí, la carrera se volvió más ágil, llegué a la línea de meta con la respiración de Adam en el cogote y vencí de milagro. Después, el cansancio se hizo con el control de mi cuerpo y me dejé llevar por la marea de gente que me felicitaba, algo ajeno a mi propia victoria en ese momento.

No obstante, hay algo que todavía no he olvidado. Una promesa susurrada en los asientos traseros del coche de Cherry. Un «después de la competición...» que me hizo esperar algo más de lo que podía darme.

—Después de la competición, deberíamos enfrentarnos nosotros dos.

Aquellas habían sido las palabras completas y exactas de Reki, pero el tono no había sido el que yo esperaba para un reto. Su voz se había suavizado más de lo usual, sus ojos no se habían fijado en los míos, sus manos habían permanecido entrelazadas y lejos de las mías.

Por un ridículo instante, fijándome en el rubor que asomaba a sus mejilla y la forma en que apretó los labios segundos antes de su propuesta, había pensado que diría otra cosa. Algo que todavía me cuesta imaginar, que me avergüenzo de haber pensado.

Por un ridículo instante, creí que me pediría salir.

Sí, soy un idiota. Sí, es imposible. No, no le pega en nada a Reki. Pero dejé volar por un segundo mi fantasía de patinar infinitamente junto a él, compartiendo un amor diferente al que sentimos por el skate.

Me siento estúpido por amar a mi mejor amigo. Ni siquiera era consciente del todo de lo que sentía por él hasta que dejó el skate por unos días. Cuando él no estaba, todo dejaba de tener sentido. Mi corazón no se excitaba de felicidad. Mi mente se oscurecía por el sentimiento de soledad. Tenía a los demás: a Miya, a Cherry, a Joe, a Shadow... pero sin Reki, los demás también se veían distorsionados, como si el mundo hubiese dejado de tener color y mis ojos solo percibiesen sombras en diferentes tonos de gris.

Infinite Happiness {Renga}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora