Espero

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Aquel día, el chico se levantó un poco más temprano.

Tenía esta sensación agradable, de cuando necesitas hacer algo por la persona que amas.

Así lo sentía Louis esa mañana.

Así que, sin despertar al ángel que dormitaba a su costado izquierdo, caminó en puntitas hasta la cocina, puso algo de música y emprendió la tarea de cocinar los panqueques que tanto le gustaban a su novio -su secreto era la jalea casera de frambuesa que le servía extra.

Subió un poco el volumen a la canción, bailando alrededor de la habitación sin darse cuenta de que estaba sacando al dormido muchacho en cama de su inconsciente.

Él no quería hacer eso, por supuesto, pero se encontraba demasiado concentrado en que lo que cocinaba quedara más allá de lo delicioso.

- ¡Louis, cariño!-se escuchó una nueva voz en la habitación.

Louis dio media vuelta, olvidando de pronto la comida dorada en la que se estaba esmerando.

- ¿Harry? ¿Por qué estás aquí? Debiste... debiste haberme llamado-presionó el puente de su nariz entre sus dedos.

-Lo siento, amor-inclinó su cabeza, una mata de rizos castaño claro-. El olor a panqueques y la música llamó mucho mi atención, es todo.

El cocinero dejó de lado su tarea, agachándose a la altura de la cabeza de Harry. Apoyó sus manos a los costados de la silla, y depositó un suave beso en la frente del chico.

-Bien. Está bien. Sólo llámame para la próxima vez, sabes que me preocupo y te quiero, y no deseo que te suceda nada malo-se estaba enredando con sus palabras.

Siempre trataba de disimular su protección con Harry, pero vamos, era Louis Tomlinson, no era precisamente lo más discreto en ese mundo. Por eso, en primer lugar, Harry se fijó en él.

A Louis no le había importado demasiado que estuviese en silla de ruedas. Lo vio en medio de su clase de economía en la universidad, y se enamoró de sus ojos verdes y sus manos grandes pero infantiles, juguetonas. A la semana después, de su cabello con exóticos rizos. Al cabo de un mes, no había cosa de Harry que no adorase con su alma. Fue como su platónico-a-primera-vista.

Aunque dejó de ser platónico cuando Harry le invitó a un café. El de ojos verdes no podía simplemente ignorar las constantes miradas que el guapo chico inglés de intercambio le mandaba hace varios días. También ayudó el que le parecieran irresistibles sus ojos, ya que no sabía si eran azules o turquesa, o una sublime mezcla de ambos.

Después de un año, se estaban graduando de contaduría y estaban rentando un pequeño pero acogedor departamento en el centro de Nueva York.

Después de tres años, Louis y Harry se amaban más que a nada, y ya no importaban las cosas como discapacidades o pequeña discusiones. Ellos podían vivir con eso y eran felices.

Pero Louis se preocupaba por su novio. Bastante le costó aceptar que Harry comenzase a trabajar en una de las tantas oficinas que se encontraba en la Torre Norte del World Trade Center. El edificio era gigante, y no le gustaba que su pequeña gotita de ambrosía anduviese por ahí con sus sillita en medio de tantas escaleras y pisos y ascensores. No.

Pero al final, Harry le hizo decir "sí".

Y aquella mañana, el de cabellos cobrizos decidió aceptar, por fin, que Harry trabajaba allí. Dejó su lado protector de lado y le sirvió una pila de las tortillitas color oro, e inundó cada uno de sus cuadraditos con su jalea especial. Su novio relamió sus labios con entusiasmo, sin darse cuenta de que Lou lo observaba.

Espero | Larry Stylinson [OS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora