Name of Love

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¡Hola! Esta es mi entrada para la Eremika Week día 1 (soulmates AU) y el tema: "En este mundo tengo un lugar al que llamar hogar". Es la primera vez que participo desde 2014 y estoy entusiasmada porque me acuerdo que en tumblr era una fiesta siempre que había una Eremika week para mí, jajajaja.

Espero que os guste el one shot y siento mucho que esté en español y no en inglés. Prometo traducirlo para la semana que viene.
Un saludo y disfrutad de la lectura.

Arena... ¿Era arena lo que había bajo sus dedos? ¿Bajo su cuerpo?
Mikasa abrió los ojos, ¿Cuando los había cerrado por última vez? No lo recordaba bien.
El cielo estaba soleado, por fin... Habían sido cuarenta años, puede que más, en los que el cielo estaba nublado y las estaciones habían pasado tortuosas sin que ella lo quisiera.
Giró el rostro... El pelo negro y largo se le desparramaba por la arena... ¿Negro? Como era aquello posible si hacia años que se le había vuelto plata...
Aunque todas las noches, estaba segura de que Eren en sueños la llevaba de nuevo allí donde habían vivido ambos: seguros, en paz. Y a pesar de que en la realidad su piel estaba llena de surcos y su pelo canoso, en aquel lugar ella volvía a sus años de juventud y Eren la amaba todas las noches y le decía todas aquellas cosas hermosas mientras se entregaban el uno al otro, en un mundo etéreo pero físico a la vez.

No había nada más que eso, solo el horizonte más allá de su cabello, viró la cabeza hacia el otro y le encontró ahí, apoyado sobre el antebrazo, observándole en silencio.

—Eren—. Susurró.

En respuesta él sonrió, con los ojos brillantes, a punto de derramar lágrimas.

—Mikasa... Te he estado esperando— extendió la mano y le acarició el rostro.

Era real, su tacto ardía en su piel, igual que en sus sueños. Mikasa no lo entendía, ¿cuando se había quedado dormida? Estaba bajo el árbol, y de pronto había despertado ahí... Sus ojos sobre los de ella, aquel turquesa como el mar que tanto había anhelado volver a ver, aquella piel canela que había deseado que la envolviera en su tacto, aquel cabello marrón chocolate sedoso que había querido volver a ver mecerse con la brisa veraniega. ¿Eran aquello los caminos? ¿Había muerto? Daba igual. No le importó donde estaban, solo le importaba él. Aún así, se había ido sin miedo, porque en el fondo sabía que se reencontraría con él, y esta vez, no tendría que despertar para enfrentarse al mundo físico de nuevo.

—¿Esto... Es un sueño?

Eren negó en respuesta.

—Por fin estás en casa —dijo él, sonriendo.
—Mi hogar está contigo... Siempre lo ha estado.

Se inclinó sobre ella y la besó, después de mucho. Y aunque ya no se encontrara en el plano físico, se sintió más viva que nunca: Su boca ardía sobre sus labios y el cosquilleo eléctrico de sus recuerdos volvió, solo que ahora volvía a ser real y no había ninguna atadura como el despertar.

El corazón le martilleaba con fuerza en el pecho, tan fuerte, que era prácticamente lo único que oía, y su cuerpo parecía lava ardiente, derritiendose sobre la arena. Otra vez, de nuevo aquellas sensaciones tan carnales y reales que hacía lo menos cuarenta inviernos que no sentía... Todo volvía a florecer dentro de ella. Ahí estaba, la primavera que había estado esperando toda su vida había regresado.

Cuando se separó de ella, bucearon en la mirada el uno del otro.

—Siempre te he esperado —sonrió él—. Siempre he velado por tí.
—Lo sé. Yo también te he esperado.
—Te dije que volvería solo a por tí, ¿recuerdas? Que nos volveríamos a ver.

Mariposas. (Eremika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora