Es jueves, otra vez, casi dan las 9:30 de la mañana y siento que aún no puedo despertar, quiero despertar de esta realidad que me acompaña desde hace una semana, desde aquel jueves en el cual perdí mi esencia, ese jueves el cual la marea tomó de mí una parte y nunca más la volví a ver. Me dirijo a la proa para intentar tomar el primer café del día como de costumbre, días atrás me provocaba una sensación de libertad y emoción, contemplar el agua chocando con el casco del barco y admirar la brisa estremecedora provocada por la furia del océano infinito, pero este jueves es distinto al de los demás.
Hace once años que soy capitán de este barco, no es necesario decir que he vivido experiencias maravillosas en el alta mar y tras varios días viajando, lo único que me hacía sentir que todo había valido la pena, era llegar a casa y ver a mi linda esposa junto con mis dos hijos esperándome, felices todos de poder volvernos a reunir, de disfrutar que todo había salido bien, poder mostrarle fotos a mi familia de las diferentes tomas del océano cuando es cobijado por la luz de la luna llena y poder admirar los rayos de la misma, los cuales hacían contraste con lo desconocido.
Es algo que no volveré a vivir jamás. El pasado jueves 23 de octubre del 2025, me encontraba en esta misma embarcación a las 19:30 horas junto con mis cuatro compañeros de embarcación, nos encontrábamos en la cubierta sentados y en la mesa jugábamos póker, estaba listo para hacer un All In porque tenía un Full de Ases y Reinas, hablando de la vida y platicando anécdotas de viaje, más allá de ser compañeros de embarcación, éramos amigos de vida, se nos pasaron las horas, el viaje era de 29 días en alta mar. Después de platicas y risas se nos dieron las 23:00 horas y nos dispusimos a ir a descansar.
A las 2:15 de esa misma noche, nos despertó una tormenta imprevista que nos hizo salir de los camarotes, nos reunimos asustados debido a la intensidad de la tormenta y del oleaje, lo último que recuerdo es ver una ola de 15 metros aproximándose al barco de frente, el golpe fue tan fuerte que el barco se movió violentamente y me golpeé con una mesa y caí desmayado. Después de esa difícil noche, cuando recuperé la conciencia, me di cuenta que había perdido a mis cuatro compañeros, mis cuatro amigos. Estuve tratando de asimilar las cosas e intentando descifrar el paradero de mis compañeros, luego de horas de buscar a mis compañeros y daños en el casco, sin éxito, volví a caer desmayado por la falta de hidratación y falta de alimento.
Me mantuve en shock el siguiente día, ya que todo parecía ser tan irreal, intente comunicarme a tierra firme, pero debido a que nadie había estado a cargo de la dirección de la nave, esta misma se fue a la deriva, fuera del alcance de la señal de la torre de control mas cercana o de alguna forma de vida inteligente posible, salvo a la de mis amigos que por alguna extraña razón, algo dentro de mí decía que estarían vivos, en algún bote salvavidas pero siendo sinceros, eso no era para nada razonable, aunque esa hipótesis era la que me mantenía firme y cuerdo a la vez. Trate de redirigir el curso del barco, sin comunicación, mi experiencia era suficiente como para lograrlo, pero debido a la presión que sentía, no lograba concentrarme, por primera vez en once años, me sentía solo y no porque mis compañeros habían desaparecido de manera dudosa, sino porque estar a la deriva causo una sensación en mí de no tenerme a mí mismo.
Los días pasaron y junto a ellos logre mantener el barco en una dirección estable, una dirección con cálculos exactos como para llegar a un destino, el problema era que no sabia cual era el destino. Logré sobrevivir físicamente ya que los suministros de comida eran grandes en la embarcación. Hoy jueves, tome la iniciativa de escribir este diario por si en algún punto de este viaje nadie lograra encontrarme.
Cada día que pasa me siento menos motivado de que una señal llegue a ser interceptada por el canal de radio que porta la nave, sin embargo, me he levantado todos los días y he seguido el protocolo que tenía antes de la tragedia.
Hoy es jueves otra vez y son las 20:00 horas, hace exactamente una semana estaba feliz junto con mi tripulación y hoy me encuentro solo. Mis cálculos son correctos, estoy seguro que llegare a mi destino, pero no sé cuándo, extraño a mi familia y no tengo la manera de comunicarles que estoy bien.
Hoy fue un día frustrante y debido a las frustraciones me tome la libertad de comenzar a escribir este diario, estoy agotado y por eso debo descansar, necesito descansar de mi mismo.
Mientras duermo, entro en un sueño profundo y escucho un par de voces jóvenes muy lejos, son mis hijos, quienes claman que regrese a casa y abrace a su madre, por mas que quiero gritarles que pronto llegare, no logro conseguirlo, me siento atado.
De pronto logro ver a mis amigos de embarcación, quienes me sonríen y uno de ellos me dice que estaré bien, me dan instrucciones para reubicar el curso del barco, pero yo en el sueño les digo que sus cálculos están mal, que las coordenadas que ellos me dan, no son las correctas, ellos tratan de fundamentar a su favor, yo entro en dudas y confusiones. El sueño se desvanece y yo con él. Me despierto a la mañana siguiente y veo una señal en el radar, una voz logra balbucear en el radio y se comunica diciendo: "Somos un equipo de rescate, buscamos una señal de vida".
Cerca de darme un ataque de alegría, tomo el radio y contesto que estoy aquí, que sigo vivo. El equipo de rescate se acerca y mientras mas se acercan, mis esperanzas de volver a ver a mi familia se vuelven una realidad próxima. Al estar con el equipo de rescate, les pregunté cómo habían dado con mi paradero, me dijeron que alguno de los tripulantes había dejado un mensaje programado emitiéndose la noche de la tormenta, que se emitía todas las mañanas como señal de ayuda.
Esto me dejo impresionado, ya que yo consumido en mi frustración y desesperación, no había logrado aclarar mi mente para llegar a razonar y realizar tal cosa, habían sido mis compañeros quienes, al verme inconsciente, se tomaron la libertad de dejarme una esperanza de vida.
Hoy en día me encuentro con mi familia, estamos cenando, me he retirado del océano y quiero vivir una vida plena para siempre junto a ellos, estoy agradecido con mis compañeros de tripulación, cada noche que los recuerdo, hago una oración por ellos, nunca supe cual fue su paradero ni el motivo de su desaparición, pero sin ellos, nunca habría conocido el valor de la esperanza.Por Durán J. G.