Adoro mis manos porque me permiten amasar el pan y tocar la guitarra. Sostener tu rostro cuando te beso.
Adoro mis piernas porque me permiten bailar y tomar largas caminatas por la noche.
Adoro mis ojos porque me permiten ver toda la belleza de éste mundo. Verte observando un atardecer, verte viéndome.
Adoro mis oídos porque me permiten oír tu dulce voz cuando me llamas, y la música, oh la música ...
Adoro mi piel, porque me recuerda de donde vengo y por todo lo que he pasado. Observo mis marcas y mis cicatrices y sé por dónde he estado.
Adoro mi mente, porque a pesar de estar siempre revuelta, me permite ver tu cara al cerrar mis ojos.
Adoro mi voz, porque a pesar de ser suave y apenas escuchada, me permite expresar mis ideales y librarme de la condescendencia, decirte que te amo, cantar alguna canción.
Adoro mi silencio, porque puede ser cortante, pero me permite disfrutar el momento en que ambos nos sentamos uno al lado del otro, tú conduciendo y yo observando, sin necesidad de ocupar el tiempo en decir palabras que realmente no significan mucho.
Te adoro, y me adoro porque soy oro. Porque veo, leo, oigo y siento.