No llores, Alejandra. Los militantes del juicio te oprimen.
En el colectivo miran tu cuello y se espantan de las formas, se preguntan, te cuestionan. Si supieran que tu montaña suave y pronunciada guarda las tristezas más acendradas...
Si supieran, Alejandra, que tus hombros grandes sujetan las tiras de una mochila cargada de los temores más inmensos...
Nadie conoce más el dolor que vos desde que la adolescencia te encontró buscando un mañana forzado en las veredas lejanas, oscuras, donde abundan los militantes del juicio que de día te oprimen.
No llores, Alejandra. La vida a veces nos confía la tarea de enseñar que el amor es otra cosa que elegir perfumes, que el deseo es infinito.
Nadie conoce más el amor que vos. Tanto temor tienen a poder amar sin límites, que buscan en vos el desacierto y yo, que te veo tan segura y agonista, descubro la esencia de la libertad.
No llores, Alejandra. Mientras los tontos ven el mundo en blanco y negro, en tus ojos se refleja flameante la tela de arcoiris, que emancipa las mentes de los hijos de los militantes del juicio que te oprimen.