¿No sabes que los malvados no heredarán el reino de Dios?

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Corría tropezándome con la falda de mi vestido torpemente… había escuchado un sonido de desgarro y debía preocuparme pero en ese momento no me importaba nada, absolutamente nada más que seguir corriendo sin soltar lo que tanto me había costado obtener.

Miraba a mí alrededor de manera desesperada, buscando algún lugar en el que esconderme… en el medio de la noche era imposible más sin embargo debía seguir corriendo mientras escuchase los pasos detrás de mí de aquel hombre que me había visto.

No podría tocar a las puertas de las casas, sería una locura; pero mi salvación apareció frente a mí de tal modo que casi me pongo a llorar, tenía que haber alguien ahí, tenía.

Me acerqué a la única gran puerta de madera de la enorme fachada, la cual estaba cerrada, y empecé a golpearla con un puño insistentemente.

Nadie contestó.

Más sin embargo, la puerta pareció echarse un poco hacia atrás… No estaba cerrada. Sin perder tiempo alguno la empujé con mi hombro abriéndola con algo de esfuerzo debido al peso de la puerta y la dificultad para moverla pero por un pequeño espacio entré y una vez dentro no pensé en nada, en absolutamente nada, solo cerré… Y fue cuando me di cuenta de que estaba en la total oscuridad.

Al principio di una clase de respiración brusca, aterrada, pero me silencié… Era solo que no había luces encendidas ahí. Tonta yo, debía hacer silencio.

Apreté mi agarre sobre la tela en mis manos muy pegada de la gran puerta de la madera, escuchando, intentando captar los pasos que cortaban el silencio de la noche pero no se escuchaba nada, tal vez era porque yo estaba ahí adentro.

Una idea que surgió, a causa del nerviosismo, me hizo poco a poco caminar hacia atrás, hacia la oscuridad, sin apartar mi mirada de la puerta ¿Y si la abrían y yo estaba ahí? Mejor era irme más hacia el interior, en esa negrura tenía menos posibilidades de ser encontrada.

Me vi obligada a mirar hacia donde iba dirigiéndome cuando mi pie se chocó contra un escalón por andar de espaldas… Mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad y por lo tanto era posible para mí distinguir formas de los objetos o al menos los bancos de madera más cercanos era capaz de verlos pero el altar y bancos que se hallaban más adelante no.

Alcé un poco la mirada y al ver las estatuas en sus pedestales, en las columnas la bajé en seguida, sintiendo mi estómago revolverse mientras avanzaba por el pasillo, lo que no sabría definir es si era por la culpabilidad o por el hambre o sencillamente por el olor que impregnaba el lugar, era un  olor horrible a mi parecer ¿Era eso lo que llamaban incienso? Olía a muerto.

Decidí sentarme en uno de los bancos del medio, lejos del altar y lejos de la puerta, me negaba totalmente a ver al Cristo crucificado observándome pues bien sabía que ese lugar tenía una estatua grande del mismo… Me reí un poco ante ese pensamiento y sentimiento de miedo… A buen lugar había ido a parar una pecadora como yo.

La Iglesia.

Pero no tenía otro lugar al que ir, no podía dejarme atrapar, me había arriesgado a tanto para poder tener el abrigo que se encontraba entre mis manos... Olía a cigarrillo pero eso no me molestaba, estaba más que acostumbrada al olor. Me hormigueaban los brazos por  el deseo de ponérmelo encima, por sentir algo de calor después de tanto tiempo, así que eso hice sin perder más tiempo, sonriendo, mientras intentaba mantener lo más alejado de mi cabeza el modo en el que lo había obtenido.

El modo en el que empujé a ese hombre.

El modo en el que por la sorpresa se cayó golpeándose la cabeza.

El modo en el que tomé la ropa de su cuerpo inerte en el suelo.

Era imposible que lo hubiese asesinado, claro que no lo había hecho, solo se había desmayado… solo eso… Además, el robarle tampoco era algo muy malo ¿Cierto? Si él tenía tantos abrigos no extrañaría uno que me serviría a mí para sobrevivir y no enfermar…

¿No sabes que los malvados no heredarán el reino de Dios? [Desafío Creepypasta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora