UN ROJO ATARDECER.

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Un conocido villano dijo una vez "Solo hace falta un mal día para sumir al hombre más cuerdo del mundo en la locura".

Y eso fue justo lo que pasó... solo se necesitó de un día para que el mundo de Kara, cambiara drásticamente. El ser bondadoso, amoroso y lleno de alegría que vivía en ella, murió en un instante.

Eso es lo que recordaba Kara, mientras su mirada se perdía en la nueva National City. Una nueva ciudad, una reconstruida de las cenizas. Que lejos se veían para ella los dias en que dedicaba su vida a mantener a los humanos a salvo de cualquier peligro. 

-Mi… General – dijo un guardia con voz temblorosa- Nuestra líder la busca- Kara ni siquiera respondió, simplemente salió del balcón en donde se encontraba y caminó directo a la oficina principal. Su líder esperaba.

Sus pasos eran firmes. Mientras caminaba, su mente voló al día en que ella cambió. Cuando al fin se dio cuenta de tantas cosas, cuando por fin aceptó que la humanidad no merecía ser protegida, en cambio, debían ser sometidos como los seres insignificantes que eran.

Muchos se opusieron a ella y a sus nuevos ideales, Clark por ejemplo. Su pequeño primo, el único familiar sanguíneo que le quedaba. Kara en su interior esperaba que Clark la entendiera, que la apoyara e incluso se uniera a ella. Pero no… él solo la juzgó y le acusó de exagerar las cosas.

Él intentó convencerla de desistir, alegando que lo justo debería estar por encima de cualquier otra cosa, pero lo que no sabía, es que Kara estaba al tanto de todo lo que él hizo. Por eso cuando el apeló a la justicia, Kara se sintió asqueada de él.

Cuando Kal-El se dio cuenta que no la haría abandonar su postura, intentó eliminar a Kara. Pero el desconocía, que ella no le tendría piedad. Y antes de que el gran hombre de acero diera su ultimo suspiro y su vida se apagara, para horror y desespero de Kal-El, Kara le juró que le pagaría con la misma moneda su traición.   

El siguiente en morir fue Bruce Wayne, el hombre que quiso ser un dios, pero solo resultó ser un simple mortal, su cuerpo no resistió cuando el brazo de Kara atravesó su abdomen. Algo que la chica de acero consideró patético. 

Barry, el viejo y querido amigo de Kara. Cuánto había deseado Kara que él se uniera a ella, en lugar de permanecer fiel a una liga que estaba condenada a la muerte. Pero a pesar de todos sus intentos, él jamás la entendió, ni apoyó. Kara no tuvo más remedio que asesinarlo.

Así fue como Kara- Zor El, fue eliminando uno a uno a sus enemigos. Desde los miembros de la liga de la justicia, hasta los más inútiles humanos. Solo Diana Prince, fue capaz de entenderla y unirse a ella.

Cuando todos estuvieron muertos, Kara instauró una dictadura, un nuevo gobierno, uno absolutista que no permitía desafíos. Cuando todo estuvo firmemente establecido, Kara transfirió el mando de este gobierno, a la única persona en quien confiaba. 

-¿Me estabas buscando?- preguntó Kara al cruzar la puerta de aquella oficina.

-Sí- respondió su líder- Haz estado perdida toda la mañana cariño- dijo aquella mujer de negra cabellera.

-Solo estaba por ahí…dando vueltas-

-Kara...-

-Tranquila Lena, estoy bien- Kara tomó sus manos con suma delicadeza, como si temiera lastimarla.

Un Rojo Atardecer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora