Niño

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Hubo una vez un niño, criado en una pequeña aldea, un alma encerrada en las paredes de la cima de esa montaña. A ese niño le gustaba dibujar todas las cosas que imaginaba poder encontrar fuera de esa montaña. Todas las historias que podría disfrutar; las bestias ancestrales de su mente bifurcaban las redes de la realidad, y las bellezas que podría apreciar amenazaban los límites de lo que parecía posible.

Aprovechaba cada momento libre de sus deberes, para llenar su bolso de lo que su mente derramaba sobre el papel. La gente que valoraba su arte le regalaba lápices y colores, los cuales el niño aceptaba alegremente.

Con el tiempo el niño creció, el niño se volvió muchacho, y ese muchacho cansado de tan solo imaginar, decidió tomar sus cosas y luego de lágrimas y abrazos parentales, abandonó las paredes frías de aquella montaña, bajó por la ladera siguiendo un sendero. Aquel astro blanco que iluminaba ese mundo se elevaba a lo lejos en el horizonte, y las brisas de las alturas lo llenaban de confianza a cada paso que daba.

Finalmente bajó completamente de su cárcel. Observó lo que le rodeaba, una pradera seguida de un bosque ligeramente espeso. Respiró profundamente y dio su primer paso en medio de lo desconocido. Y algunos podrían haber dicho que estaba loco cada vez que contó esa anécdota, pero el juró hasta el final haber sentido dos alas abrirse en su espalda esa fría mañana…

 

El PintorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora