Capítulo 1

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Dos almas destinadas

Hoy es su primer día. Los rayos de sol atravesaban las finas cortinas. El diligente Nick dormía con las persianas abiertas para que el abrazo luminoso del sol le despertara y acogía entre sus brazos, y así ser lo más puntual posible. Aún faltaban dos minutos para que sonara la alarma.

Nick era un chico como todos los demás, no tenía ninguna característica destacable, cabellos oscuros azabaches, ojos azules profundos como el Océano Índico, o al menos eso le decía su querida madre. Tenía la piel blanca como la nieve virgen en contraste con el divertido rubor que siempre acogían sus mejillas y nariz. Su tímido posado iba acorde con su taciturna, curiosa y sensible personalidad.

Nick se levantó de la cama con una extraña sensación que oscilaba entre miedo y emoción. Hoy era su primer día en el nuevo instituto East Hills y Nick estaba frenético. Bajo a la cocina para desayunar con su madre, quien le dio los buenos días con dos tostadas en sus manos.
Desde que su padre había muerto dos años atrás, la viuda era muy cariñosa con su único hijo, y cuando esta se enteró de que en su antiguo colegio su niño era acosado no dudo ni un segundo en sacarlo de ahí y ponerse manos a la obra en busca de un nuevo destino.

Nick: Madre, me despido, no quiero retrasar mi llegada al centro educativo. Valoro con ahínco mis ofertas educativas y el esfuerzo que usted, querida madre, vuelca en mi educación.

Madre: Querido hijo, tenga usted una hermosa estancia en su nueva escuela, estaré en nuestro hogar con los brazos abiertos esperando su regreso, mi noble caballero Tirant lo Blanc. (Su madre tenía la embarazosa manía de llamar a su hijo <<noble caballero Tirant lo Blanc>> ya que este compartía con su único descendiente la afición de comer espinacas los lunes)

Solo había un problema: Nick vivía a 3482325 km luz de su nueva escuela. Sin darse cuenta, una figura robusta salía de la ruinosa casa de enfrente para montarse a su motocicleta. Un rudo y viejo vehículo que parecía que se fuera a destartalar en cuestión de segundos. Sin embargo, Nick se acercó a la figura oscura para preguntarle:

Nick: "Hola! ¿Podría llevarme al colegio en su moto hoy? ¡Le prometo que solo será esta vez!"

El extraño ni se dignó a dirigirle la mirada: "No" le dijo en un tono monótono.

Nick se sintió profundamente decepcionado, sin embargo no quiso que esta amarga experiencia arruinara su hermoso y emocionante día. Se puso manos a la obra y no dudo ni un segundo en comenzar su ajetreada marcha hacia su instituto.

Ya solo faltaba medio camino, su retraso iba en aumento y su impuntualidad comenzaba a ser inquietante. Aceleró su celeridad con ánimos de adelantar su llegada cuando en una intersección sintió como todo su cuerpo colisionaba con una superficie firme y compacta. A la vez que Nick retrocedía impactado, los libros que sujetaba se desplomaron por todo el asfalto.

Nick se frotó la cabeza con ánimos de amainar el dolor que sentía en su sien, cuando al abrir los ojos se topó de frente con un apuesto joven.

Era un poco más alto que él, pero su segura y dominante actitud turbaba algo en el interior de Nick. Tenía el pelo rubio y sus cabellos formaban sutiles tirabuzones del color de la miel. Sus ojos lo observaban con un aire de superioridad, inclusive repugnancia. Su aspecto era corpulento y varonil, había algo en el que hacía sentir a Nick abochornado y bullicioso.

El muchacho miró con prepotencia a Nick y se aventuró a ridiculizarlo:
Chico misterioso: ¡¿Eh?! ¡Tú, majadero! Harías un favor a la humanidad si atendieras al sendero en vez de ser un insensato en las nubes. Tu presencia me atormenta y tu colisión me ha atrofiado la serenidad. ¡Gaznápiro!

El misterioso muchacho arrojó a Nick hacia un canto del camino, entonces se agazapó con brusquedad  y comenzó a recolectar los arrojados libros con total desgana. Nick observaba confundido y atónito las acciones del rubio mientras aún se recuperaba del golpe.

Cuando el rubio alzò la mirada, el pelinegro se fascinó con la mirada del joven, este se elevó y con indiferencia tendió su mano ofreciéndole los libros, ahora magullados por la caída.

Chico misterioso: Agarra los libros, papanatas, y desaparece de mi horizonte, ¿no ves que me estás incordiando? Apodérate de tus pertenencias ¡Ya!

Nick cogió sus posesiones velozmente con la mirada baja llena de vergüenza y sonrojo.

Nick: Discúlpame, soy un insolente y un necio, no merezco su ayuda, ilustre joven. Permítame desvanecerme de su mirada, le prometo que no le incordiaré nunca más.

El rubio de ojos castaños no pudo evitar sonrojarse al oír las dulces y honestas palabras de disculpa. Este apartó su mirada con ánimos de esconder sus colores.

Chico misterioso: Desaparece bobo.... Manifestó el chico casi susurrando.

Nick se paró un momento a observar la extraña reacción del joven, pero enseguida reaccionó y continuó marchando con la cabeza baja, evitando intercambiar miradas con el rubio.


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