Una guerra.

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La princesa corría por todo el castillo intentando huir de la muerte, tomando una espada de el cadáver de uno de los guardias, siguió corriendo, no duró mucho pues pronto quedó cautiva entre las paredes y unos hombres.

—Tranquila linda ven con nosotros y no te pasara nada.— dijo un hombre de prominente estatura y larga barba, asustada negó con la cabeza.

—Bien si así lo quieres... Ataquen.—lucho enterrando, clavando y degollando a todos los que podía y lo logro tan solo quedaba aquel hombre.

—Eres buena no lo negare.— dijo caminando hacia ella pasando por encima de los cadáveres de sus compinches. —Pero no lo suficiente.— pronuncio con enojo, la princesa empuño con fuerza la espada lanzandose hacia este, el por más que intento esquivarlo no lo logro, calló al suelo con la cabeza sangrando, ella sacó una pequeña daga de su bota para aproximarse al hombre.

—Te equivocas soy la mejor.— dijo clavándole la daga en el pecho la retiro con fuerza para luego salir de ahí, junto todo tipo de armas y armaduras guardándolas en una bolsa de la silla del caballo, lo monto y huyó despidiendose de lo que antes fue su hogar.

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