Shigaraki Tomura

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Título: Enemigos

Palabras: 1090

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La noche era como siempre fría por esas calles oscuras y sin señal de vida, la frialdad en sus ojos era pan de cada día.

La conocían como la evangelizadora, una anti-héroe, aunque su apariencia parecía pura, con tal de cumplir su cometido estaba dispuesta a lo que sea y era el temor de quienes se consideraban afortunados.

Caminaba firme y con seguridad por los callejones más oscuros de la ciudad, buscando víctimas nuevas a las cuales limpiar de sus pecados, haber nacido superiores.

En un lugar donde todos eran tan diferentes, no existía una pizca de respeto o trato igual, era imposible y la única solución que realmente existía era eliminar todo rastro de poder.

¿Pero quiénes serían capaces de salir por las noches ante tal amenaza?

La respuesta era sencilla, los qué se creían capaces de todo, los que tenían aires de superioridad, esos eran los que ella buscaba atacar primero, antes de expandir su nuevo orden por el mundo.

Sus pasos resonaban gracias a sus tacones, miraba con un semblante cortante, buscaba a quién purificar.

Hasta que en su campo de visión encontró a un hombre alto, robusto, y de apariencia descuidada, estaba en un callejón acorralando a quién parecía ser una colegiala temerosa.

Este tenía burbujas moradas al rededor suyo, analizó la situación antes de atacar, necesitaba saber cómo funcionaban o no sería capaz de realizar una hazaña extraordinaria como siempre hacía.

Así que se dedicó a observar intentando no ser vista al ocultarse detrás un contenedor de basura que estaba en el mismo callejón, y lo encontró, eran esferas que contenían un somnífero dentro, podía manipular las esferas, es decir el tamaño y el movimiento, si inhalaba dentro de ellas estaba fuera.

Su traje tenía un tapabocas integrado para su suerte, así que se lo colocó, salió preparada y veloz, necesitaba estar cerca o su ataque no funcionaría.

El hombre logró verla y dejó tirada a la chica en el suelo la cual hace unos momentos acorralaba, ella solo miraba la escena con terror.

La anti-héroe esquivaba con agilidad las burbujas de su adversario.

Hasta que el atacante logró retenerla dentro de una, sin embargo la evangelizadora no se resignaba.

Lo logró, había enterrado sus uñas en el brazo del hombre y por consecuente activando su quirk para transmitirle su sangre a través de estas, la cual funcionaba como un virus, o "cura" como ella le llamaba. Sus celulas eran capaces de destruir todo quirk que una persona poseyera, infectando en la sangre, convirtiendo a esa persona en un nuevo transmisor y un quirkless.

Las esferas del hombre desaparecieron - ¡¿Qué mierda me hiciste?! - y allí perdió sus fuerzas cayendo al suelo.

- He quitado el mal de tu cuerpo - dijo, finalmente pudo respirar, pero no por esto perdió la compostura.

Se agachó y fue a una esquina, con la chica que abrazaba aún temerosa sus piernas temiendo por su vida.

- Tranquila, no te haré daño - los ojos de la chica al verla se abrieron, era seguro que había escuchado de ella.

- U-usted es...la evangelizadora - la seguía mirando, pero no con desprecio, después de todo la había salvado, y a pesar de seguir temblando con sus manos hizo un símbolo de triángulo invertido, era una de sus seguidoras, una quirkless -, m-muchas gracias, señorita.

- Ve a casa pronto, no es bueno estar sola a estas horas, si algo pasa puedes gritar - le aconsejó la mujer, para luego ver cómo la chica asustada se levantaba, tomaba sus cosas e irse corriendo del callejón buscando refugio.

- Vaya, vaya, pero miren a quién tenemos aquí...

Una voz familiar habló desde la parte superior del callejón, estaba sentado en uno de esos techos, mirando la escena.

- Felicidades por otra...¿cómo la decías?, ah, sí, alma purificada.

Se rió con desprecio, causando que la mujer lo mire irritada por su presencia.

- Shigaraki Tomura... - Las palabras salían con odio, pero no el suficiente como para atacar.

- Así que ahora te llaman la evangelizadora, ¿eh, ______?, patético, deja de humillarte así y únete a mí - bajó del techo y se acercó a ella buscando una respuesta que lo pudiera satisfacer.

- Jamás - negó sin titubear -, tal vez tengamos las mismas ideologías, pero no apruebo tus métodos, ni los de tu maestro. Yo trabajo para mí.

- En ese caso, ¿por qué no purificarme si es que tanto lo presumes? - la miró con esa sonrisa maniática que lo caracterizaba, disfrutaba lo que hacía.

- No vales la pena - mintió, esa no era la realidad, no podía, compartían el mismo afán, aunque en cierto punto estos rumbos se dividían, algo la mantenía atada a él, algo que quería cortar, pero no encontraba cómo hacerlo - pero mejor dime, ¿por qué no desintegrarme?

- Tsk, no gastaré mi tiempo en eso - misma pregunta, misma mentira, ambos se odiaban, pero eran casi similares, eso los conflictuaba aunque también los atraía.

- Si eso es todo lo que querías, ya puedes irte, idiota, tengo trabajo que hacer - le dió la espalda para comenzar a alejarse.

- Pronto te arrepentirás y vendrás conmigo a pedir ayuda, no puedes purificar a tanta gente sola, eres consciente de ello, ¿verdad?

Esas palabras lograron desesperarla, pero intentando no perder los estribos habló.

- Y tú eres consciente de ser una marioneta, ¿verdad?

El peliceleste se hartó, no iba a dejar que hablaran así de su maestro, ni de él.
Se acercó rápidamente a ella tomándola del cuello con cuatro de sus 5 dedos, aprisionándola contra una pared.

- ¡Solo eres una maldita zorra! - la ira llenaba sus ojos, era notorio en esa mirada de rojo vivo.

- No me matarás...- aseguraba con el poco aire que retenía, sabía algo dentro de ella que la hacía poder confirmarlo.

- ¡¿Por qué mierda crees eso?! - ya estaba perdiendo la paciencia y cada vez más acercaba su último dedo al cuello de la chica.

- Por la misma razón...por la que no lo haz hecho antes...

Luego de esas palabras fue liberada de su agarre.

- Sigues sin valer la pena... - dijo él volviendo a su tono sereno.

- ¿seguro? - Intentó provocarlo jugando un poco con él, así que lo tomó de la chaqueta y lo jaló hacia ella haciendo que se besaran.

No era un beso suave, o dulce, era uno amargo, áspero, lleno de odio y rabia que poco a poco parecía volverse pasión, sin embargo a ninguno de los dos parecía llegar a disgustarle.

Hasta que el aire logró separarlos, sin decir nada la mujer lo soltó y siguió su camino soltando unas cuántas risas burlonas por lo sucedido.

- Nos veremos pronto, _____, no escaparás de mí tan fácilmente.

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⏰ Última actualización: May 04, 2021 ⏰

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