En mi trabajo hay una ventana que no da a un bello jardín ni a nada que parezca inspirador. Solo las paredes de un edificio, alguno que otro árbol y el amplio cielo. Casi siempre suelo ver a una pareja de pichones que se hacen piojito y se dan otro beso de piquito. Ajenos al mundo tras los cristales y todo cuanto ocurre en las oficinas. Qué cosas, he pensado, ellas, las aves, son libres y nosotros, los empleados, estamos dentro de las jaulas de cristal. ¿Somos libres como ellos? Según nosotros y nosotras, sí. Pero no es así realmente, tenemos un tipo de jaula para el resto del día. La Jaula del Dinero, la Jaula del Amor, la Jaula de las Necesidades, la Jaula de los Sueños. Las aves son libres o como dice Mateo 6:26 "Observen atentamente las aves del cielo, porque ellas no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; no obstante, su Padre Celestial las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas?". Tal ilustración de la Biblia nos enseña a ver que para Dios somos importantes, somos valiosos y que no tenemos por qué preocuparnos por aquello que habremos de hacer, vestir, comer, soñar, amar, pues él nos libera de las jaulas y él nos da el sustento necesario para vivir. Pero nos gusta ser parte de algo, aferrarnos a una idea y tener la razón siempre. Creemos que tenemos el control y que podemos ir cambiando de canal en la vida. Observo a los pichones y me doy cuenta que son felices. Clara señal de que Dios quiere que yo también sea feliz, que no me sienta enjaulado, que lo que suceda mañana no me agobie. La ventana es un regalo así como también el trabajo que tengo tras de ella una bendición. Las personas que me rodean, cada una con sus vidas e historias narrándose simultáneamente. Y aquella encantadora pareja de pichones, motivo de inspiración y felicidad emplumada.
ESTÁS LEYENDO
Mis letras
Non-FictionRecuerdos que fueron y otros tantos de aquello que aún no ha ocurrido.