CAPÍTULO 1

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Han vuelto.

Creo que se acerca. Sin duda, de nuevo, aquí está. Silueta, robusta, oscura. Oigo sus pasos, su caminar. Cada segundo lo siento más cerca. Me resulta familiar. No, por favor, no sigas, detente. Exijo más tiempo.

Un frutó cayó sobre mi cabeza despertándome de esa atónita y repetitiva pesadilla. Una gota de sudor frío me cruzó la frente, bajando por el cuello, traspasando el interior de mi vestido blanco, llegando hasta mi colgante dorado. De nuevo, en mi árbol favorito, en el ciprés del cementerio. Diminuto y tenebroso. El número 9. Con la forma exacta de mi espalda, de mi nuca. Estábamos acostumbrados a reunirnos todos los días a las 3, después de comer. Puede sonar absurdo pero se ha convertido en mi mayor confidente. Sabe mi vida, mi historia.

No sé cómo lo hago pero cada tarde acudo a este lugar, salto la vaya y voy a mi ciprés; me acomodo en la corteza y miro al horizonte. Todo está en silencio. Oigo el cantar de los pájaros, el último sonido que recuerdo hasta escuchar esos pasos que me estremecen, la silueta se acerca y, despierto.

Siempre me pregunté cómo sería de cerca, cómo sería mirar su rostro. La cobardía no me lo permite. Mi mente me despierta aunque mi corazón quiere quedarse a pesar de todo. Llevo dos años soñando lo mismo, dos años yendo al cementerio, dos años apoyando mi espalda en mi ciprés.

A las cuatro y media, abren la verja y multitud de personas desean visitar a sus difuntos. Nunca me ha gustado este sitio, pero me gusta lo que representa. Me da paz, tranquilidad, serenidad. Decido como una tarde más volver a casa, con mi madre. Tengo que estudiar para selectividad. Necesito ir a la universidad en Barcelona el próximo año. Mi estabilidad emocional depende de una nota. Yo soy una nota, un número que determina lo buena o mediocre que soy. Sinceramente, ser buena sería magnífico. Ser mediocre no sería mi mayor problema, buscaría alternativas que se ciñeran al número asignado. El problema son los extremos. ¿Qué pasa si soy mala? O, mucho peor, ¿y si soy brillante?

Triunfar me asusta. Multitud de personas pretenden hundirte cuando te ven llegar a lo alto. Parece que su baja autoestima se basa en destrozarte la vida. Hay que ser valiente para brillar. Por eso hay pocas personas que pueden hacerlo. Todos somos aptos, pero la vida nos hace darnos cuenta de que la sociedad no nos permite tener todo. Tienes dos años, dos años decisivos que te harán elegir tu nota. Ella no decide irse contigo; eres tú el que la acoge y la hace tu seña de identidad. Por eso, piénsalo bien. Una vez que tomas la decisión, es muy difícil, por no decir imposible cambiarla. Así que tómate tu tiempo, no te sientas presionado.

Bajo las escaleras y cruzo la calle. Espera, retrocede, cámbiate de acera. Están ahí las víboras. Así las llamamos mi madre y yo. No, no son serpientes, son algo mil veces peor. Las chicas, esas que van de guays por la vida, de que parece que no han roto un plato nunca pero no son mas que una moneda con dos caras. Aprovechan la mínima de cambio para criticarte. Si te ven diferente al resto ponen todos sus ánimos en hacerte la vida imposible. Creo que no me han visto, eso espero. Ya estoy acercándome a mi urbanización, veo a mis ancianas vecinas, marujitas cotorreando de todo aquel el que pasa. Decidí pararme a saludar.

-¡Hola Doña Carmen, hola Doña Estela! ¿Qué tal están?

-Hola Querida. Madre mía, cómo creces. Cada día estás más moza. - afirmó Estela con una gran sonrisa que marcaba todos los surcos de su piel.

-No lo vas a creer...-me dijo lentamente Carmen sin terminar la frase.

-¿Qué pasa, todo bien?

Ambas me miraron con ojos nerviosos: -Hay una nueva familia en la urbanización.

Me pareció raro, llevaban años sin aparecer ningún comprador interesado a pesar de la gran oferta de casas en la zona. Justamente dos años; desde el pequeño incidente...

-Bueno, pues la situación es para alegrarse. - afirmé tranquila.

Clavaron su mirada en mis pies y dijeron al unisono: - Han comprado el 2ºB.

De repente me empecé a marear, me puse pálida, sentía sudor por todas las partes de mi cuerpo. Había escuchado bien, en el 2ºB. La casa del "incidente". ¿Quién era la desinformada familia que había decidido habitar la casa maldita?

Aceleré el ritmo hasta llegar a casa cuando vi en frente de mi puerta un gran camión de mudanzas. Así que era cierto, una familia había llegado. Entré corriendo a casa en busca de mi madre. No la encontré en su habitación, ni tampoco en el salón. Estaba en la cocina, haciendo galletas. Llevaba 2 años sin hacerlas. Era su receta especial, mis galletas favoritas.

-¡Mamá, estás haciendo galletas! Muchas gracias- fui corriendo dispuesta a darla mil besos.

-Valeria, espera, no son para ti. Son para los nuevos vecinos.

Mi cara se tornó blanca de nuevo. Sentía que me faltaba la respiración. Los sudores volvían a recorrer mi cuerpo. Tenía que disimular, tenía que parecer que ya lo había superado. Basta, Valeria, contrólate.

-Claro, mamá me parece fabuloso. -dije poco convencida.

¿Fabuloso? ¿En qué estaba pensando? Valeria céntrate, haz algo, disimula mejor.

-Si quieres cuando las termines se las llevo yo y así puedo darlos la bienvenida.

¿Se puede saber qué acabas de decir Valeria? No puedes hacer eso, simplemente no puedes.

-Me parece muy buena idea. ¿Estás segura? - preguntó mi madre algo extrañada.

-Sí claro, voy a estudiar un rato, cuando las termines avísame.

Me descalcé y subí las escaleras de la casa hasta llegar a mi habitación. Saqué mi libro de historia y me puse a estudiar los estándares correspondientes al examen del próximo martes. Luego me doy cuenta de que también tengo otro examen mañana de matemáticas así que decidí repasar algo. Inmersa en los logaritmos percibí los pasos de mi madre. Era la hora.

Una gran cesta con galletas y un gran lazo rojo de decoración fue puesto entre mis brazos y cuando menos me lo esperaba ya estaba allí, a punto de llamar al timbre de mis nuevos vecinos. Miro hacia atrás, hacia los lados, hacia arriba, en todas direcciones. Hay una fuerza que me impide llamar. Soy incapaz.

-Ey, qué susto me has dado.- La gran puerta chirriante se abrió de repente y un chaval algo más mayor que yo, de unos 19 años, salía por ella.

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⏰ Última actualización: Apr 18, 2021 ⏰

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