Capítulo I
–Morovich-¡Levantaos! ¡Levantaos! –Gritaba frenéticamente el viejo príncipe mientras atravesaba a caballo el adormecido campamento en plena noche- ¡Levantaos!
Su rubia cabellera salpicada de hilos encanecidos ondeaba descontroladamente, merced del viento que le golpeaba el blanco y sudoroso rostro, que además le hacía brotar lágrimas de los azules ojos y le estorbaba la vista.
Tras él, un grupo de hombres que vestían sus colores se separaban y adentraban entre las ordenadas hileras de tiendas iluminadas por antorchas, rugiendo órdenes a los somnolientos hombres que trataban de encontrarle sentido a las palabras dichas a gritos.
No había mucho tiempo; tenían que prepararse de inmediato.Conforme avanzaba, el alboroto fue creciendo a sus espaldas, así como el brillo de las antorchas, alumbrando el oscuro campamento. No obstante, para Morovich no se encendían con la suficiente rapidez.
Al llegar al pie de la minúscula y escabrosa colina donde yacía el pabellón real, Morovich desmontó y corrió hacia él. La sangre fluía con fuerza por todo su cuerpo con cada zancada. La urgencia de las noticias le daba impulso y resistencia, a pesar de que el aire empezaba a escasear en sus pulmones y el sudor se acumulaba en sus ropas, mas no le importaba; tenía que llegar con el rey, su padre, de inmediato.
Los Hombres de Verde avanzaban y estaban cada vez más cerca, casi encima de ellos, situándose a ambos costados del ejército, el cual había levantado el campamento en un extenso claro, en parte accidentado, que se abría en el corazón del Bosque Blanco, justo en el lado norte del Río Brumoso. Estaban atrapados entre dos muros de hombres que cada vez se acercaban más y más. Cómo habían podido aproximarse tanto sin notarlo era aún un misterio que sus exploradores tendrían que explicar muy bien luego; ya se aseguraría él de que lo hicieran.
El camino hasta la cima de la colina era corto, pero la angustia hacía parecer que este fuese inoportunamente largo, poniéndolo al límite. La preocupación crecía a cada paso, recordándole que el tiempo se le agotaba, mas cuando por fin llegó y entró en la extrañamente desprotegida tienda de campaña, su inquietud se esfumó de un frío golpe que le arrebató toda la sangre que su corazón se había esforzado tan vigorosamente en enviar a su rostro, al ver el príncipe a su padre tirado en el suelo sobre una mancha que teñía de purpura negruzco el azul real de las alfombras, un negro charco de lo que solo podía ser sangre, su sangre.
Su cuerpo se congeló al tiempo que su cabeza trataba de asimilar la escena que sus ojos le mostraban, haciendo que sus sentidos se entumecieran por lo que bien pudo ser toda una vida. Sus ideas se aglomeraban y entremezclaban en un desorden solo equiparable al que se formaba en el campamento, todo a la par de sus emociones, algunas más predominantes que otras, pero ninguna tan familiar como aquella que ya, incluso desde antes de que fuese plenamente consciente de ello, abrazaba con negras tenazas su corazón.
No se movió, salvo para llevar algo de aire a los pulmones; su cuerpo no le pertenecía, solo a sus emociones, y habría podido quedarse allí de pie, a solo metros de su padre, de no haber estallado a sus espaldas una exclamación que le trajo de nuevo a la realidad.
- ¡Por los Oscuros… ¿Qué ha sucedido aquí?! –Preguntó Morovaem, su gemelo, en la entrada de la tienda-.
Morovich giró sobre sus pies muy despacio. Trató de hablar, mas su boca no pudo proferir sonido alguno. Quiso pronunciar palabra, cualquier cosa, pero descubrió que de pronto tenía un nudo en la garganta que le impedía decir nada.
Se aclaró la garganta y volvió a intentarlo.
-No lo sé –dijo, con un tembloroso hilo de voz-.
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Oda al Sol Moribundo - El Rey de los Secretos
FantasyEl trono del río, es un trono de sangre y muerte; trono cuyo ponzoñoso poder solo puede ser resistido por hombres de temple. Han sido muchos quienes han tratado de poseerlo, y muchos han sido presa de la ruina, la locura o la muerte. Este trono, que...