SANGRE Y ASTILLAS

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A-Yao se encuentra en el suelo del gran salón de la fragancia con la túnica desgarrada y la enorme polla de Chifeng-Zun destrozándole el orto.

Los pocos cultivadores de la secta Lanling-Jin que quedaban en el palacio, corrieron despavoridos cuando vieron llegar al difunto Nie-Zongzhu de entre los muertos arrastrado a Baxia y expulsando una inconmensurable aura asesina; sin dudarlo abandonaron a su líder.

MingJue lo ha golpeado en cuanto lo encontró, LianFang-Zun salió volando por el aire hasta chocar contra el trono del jefe cultivador, destruyéndolo en el acto, ahora tiene una pierna y tres costillas rotas, se ha golpeado fuerte en la cabeza, esta mareado su vista se nubla y le cuesta respirar, ha perdido su cofia, pero aun siente la cabeza tibia gracias a la sangre que mana de la herida recién abierta.

El pesado y frio cuerpo de ChiFeng-Zun despide un olor inmundo que aturde los sentidos, Jin GuangYao no puede evitar que su ropa termine hecha jirones, a manos de quien nunca esperó ver de pie nuevamente.

La energía resentida que envuelve al mayor de sus hermanos jurados recorre cada rincón de la tibia piel y se apodera de las partes más íntimas de su víctima causándole calosfríos y presagiando las intenciones del Nie.

El mayor lo besa, invade su boca con su enorme lengua, su viscosa saliva tiene un gusto pútrido que causa arcadas al Jin, quien, en un intento de librarse del agarre, rechaza el desordenado beso mordiendo el grueso labio inferior; sus pequeños y afiliados dientes perforan la piel y un espeso y aún más repugnante liquido brota de la carne muerta.

Su atacante no sintió dolor, pero la actitud desafiante del más joven amerita un castigo; tal vez eso fue lo que faltó durante sus días en la secta Nie, más disciplina.

Corta la lengua de una mordida y la traga sin más; esa lengua de plata que lo sedujo con palabras dulces y lo convenció con argumentos sólidos cuando le otorgó el puesto de más confianza dentro de su secta, ahora ya hace en sus entrañas para que no vuelva a dañar a nadie.

LianFang-Zun intenta gritar, pero se ahoga con su propia sangre, debe apurarse en concentrar su poca energía espiritual y parar la hemorragia.

Los dientes de MingJue siguen recorriendo la suave piel, se clavan en su cuello hasta dejarlo en carne viva, de igual manera, se ensañan con sus pequeños pezones hasta lacerarlos alternando la tortura con fuertes torceduras y tirones con sus gruesos dedos.

Las enormes manos separan los suaves muslos en un ángulo, que de no ser por la innata flexibilidad de Meng Yao, le habrían fracturado la cadera, se compele en el pequeño cuerpo, no hay manera de que sea bien recibido en el estrecho lugar; no sin preparación, no sin ser deseado, pero su enorme miembro se abre paso de todas formas, la tierna carne se rompe al paso, hasta que la longitud está envuelta completamente por la calidez del menor de sus hermanos jurados.

Se retira casi por completo y vuelve agolpear, repite una y otra vez, hasta que ya no hay resistencia y a la fuerza se suma la velocidad, ChiFeng-Zun estruja los níveos muslos y observa fascinado como se deforma el firme abdomen en cada embate.

Hace unas horas a Meng Yao solo le preocupaba que su desesperado plan para asegurar su supervivencia en el mundo de la cultivación saliera bien; ahora podría ser jodido hasta desangrarse por el culo sobre las astillas del símbolo de su éxito, le pareció irónico.

No tiene miedo ni tristeza, tampoco se resigna, es ira lo que siente, está furioso, furioso con XuanYu que ofrendo su cuerpo al Patriarca Yiling para desenmascararlo, furioso con ErGe, que se reusó a ir a cuidarlo, aun cuando le hizo saber que fue atacado, aunque esto había sido mentira en su momento; pero en especial, furioso con Nie-Zongzhu que no pudo quedarse cortado y muerto.

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