Prólogo:
Esos dulces ojos color miel, de un momento a otro se volvieron tan duros y fríos como si no hubiera vida en aquel pequeño. Las lágrimas que caían por sus mejillas ardían de coraje, una madre cuando ama a su hijo, no lo abandona, y eso era lo que había hecho con este niño. Y él tenía bastante claro eso. El auto se perdía al final de la calle hasta doblar en una esquina, no quiso correr. No valía la pena, ya todo estaba perdido, a sus espaldas se encontraba el orfanato, pero este no era su lugar, muy pronto, su rostro no se vería por aquí por mucho tiempo.
Te odio, mamá.
Fue lo único que pasó por su cabeza en esos momentos. Detrás de esos latidos se iba formando el rencor, que iba en un futuro no muy lejano, que iba a consumir su ser. Transformando a un inocente ser en un monstruo. Un ser detestable y ese odio, rechazo, de los demás, también lo tendría él hacía si mismo. Pero debe guardar el miedo y la debilidad, porque eso sólo lo llevará a derrumbarse en el camino.
Su cabeza es el mismo infierno y está lleno de demonios. Debe ser muy valiente quien se atreva a enfrentarlos.
